La pereza frena a la ambición

"Mi deseo es que mi obra dure". De una manera menos explícita, contundente, lo han dicho muchos escritores y artistas. Hoy continúa representándose a Shakespeare y Mozart, dos creadores que, hay que tenerlo presente, no trabajaban para la posteridad, sino para la satisfacción inmediata de un público. O sea que la supervivencia de una obra no depende del designio ni de la premeditación del autor.

Algunos creadores absolutamente pretenciosos e irresponsables han llegado a pensar, e incluso decir, que trabajan para la posteridad. Mientras no se demuestre, con esta voluntad no es suficiente. El escritor Josep Pla basó su extensa obra en la observación del presente. Y con no tanta extensión en la evolución del pasado. Y llegó un momento, cuando ya transitaba por su vejez, en que le preocupó el futuro de su literatura periodística. En aquellos últimos años de su vida, hizo una confesión en privado: "¿Quieres decir que todo esto que he escrito continuará vivo?"

Era una manifestación de esperanza que aparentemente se contradecía con lo que había escrito a menudo: qué absurdo es inquietarse por el mañana. Si he de ser franco, nunca he tenido en cuenta la posteridad. Ni ahora que tengo tantos años. ¿Es que podemos vivir con la ilusión de durar después de morir?

Si algo podría preocuparme un poco es la 'preposteridad', es decir, por ejemplo, no terminar de escribir el libro que ya tengo empezado. Porque siempre me ha gustado empezar y terminar. Si bien se mira eso es la vida. Empezar con esperanzas, continuar con decisión y, si es posible, volver a empezar para hacerlo todo mejor.

Pero me parece que yo tengo más pereza que ambición.