Iniciativa para hacer sociedades cohesionadas en su diversidad

Más allá del flujo migratorio. Vivir juntos en Europa

El Día Internacional del Migrante, Barcelon reúne a gobiernos subestatales de 25 estados europeos, representantes de la UE, del Consejo de Europa, de ciudades y de oenegés

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Chakir El Homrani y Albert Castellanos

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El martes próximo, Día Internacional del Migrante, reunimos en Barcelona a gobiernos subestatales de 25 estados europeos, representantes de la Unión Europea, del Consejo de Europa, de ciudades y de oenegés para aprender, debatir y proponer soluciones para hacer sociedades cohesionadas en su diversidad. Ante una agenda política de los estados europeos dominada por las fronteras y por la gestión de los flujos migratorios, defendemos que también se hable, y que sobre todo se hable, de la necesidad de desplazar el foco de atención hacia el reto de la convivencia en la diversidad. Si solo nos hablan de fronteras, de flujos y de expulsiones, la visión que ofreceremos a los ciudadanos de la diversidad será la del riesgo, la miseria o, todavía peor, la amenaza. Hay que hablar de estos temas, claro está. Y de otra manera, bien diferente, centrada en los derechos humanos en origentráfico y destino. Pero también debemos hablar de la convivencia en el rellano de la escalera, del derecho al voto, de la diversidad en las instituciones, de la movilidad social y la igualdad de oportunidades entre europeos de todos los orígenes. Hablamos de una sociedad por siempre diversa.

Convivencia frente a xenofobia populista

Para frenar la ventisca populista y erradicar la xenofobia y el racismo, debemos afirmar que no hay alternativa a la convivencia. Con una visión, la interculturalidad, basada en decisiones valientes y acciones concretas. No habrá una sociedad cohesionada sin más políticas de equidad. Es preciso que desde todos los ámbitos asumamos compromisos concretos de cómo podemos erradicar la discriminación y fomentar la inclusión. En empleo, políticas sociales, educativas, de salud. Pero también en el ámbito privado y en el económico. Y en las asociaciones. Escucharemos propuestas de distintos territorios europeos para alcanzar el éxito escolar para todo el mundo.

No puede haber convivencia en las sociedades diversas si no nos encontramos todos en todas partes. Si no interaccionamos en todo lugar ciudadanos de todos los orígenes. Es necesario que nos preguntemos si en las instituciones estamos todos. ¿Estamos todos en el club deportivo? ¿Y en los grupos de mujeres? ¿Y en el Parlament de Catalunya, en los ayuntamientos o en la plantilla de servidores públicos: médicosenfermerosmaestros o policías? No hay nada más enriquecedor que una plantilla diversa, dicen muchos jefes de recursos humanos. Tendremos experiencias que promueven la participación de todo el mundo por todo el continente.

Estrategias comunes contra el racismo

No habrá una sociedad compartida si no reconocemos la aportación cultural de todos sus miembros y si no compartimos valores comunes. Podemos incorporar la creatividad de todo el mundo a nuestra cultura, la capacidad de relación de todo el mundo en las relaciones comerciales o académicas con todo el mundo. ¿Podemos aprovechar que los catalanes de hoy hablan más de 300 lenguas? ¿Alguien podría defender no utilizar esta riqueza? Y, a la vez, reconocer la diversidad significa combatir el odio racista. Hacerlo denunciando que este odio es injusto porque niega la igualdad en la dignidad de todos los seres humanos, y que es falso, porque vive de fomentar los miedos y de deformar la realidad. Y tremendamente ineficiente, porque no hay nada más inseguro e ineficaz que la desigualdad que genera la discriminación. A los que nos hablen de seguridad contra la inmigración, digamos las cosas como son: la inseguridad son ellos, los promotores de la desigualdad. Compartiremos estrategias contra el racismo desde pueblos, ciudades y territorios europeos.

El caso de Catalunya

De la experiencia europea aprendemos, también, que el éxito de un proceso migratorio depende en gran medida de las oportunidades que somos capaces de ofrecer a las generaciones siguientes, con independencia del origen de sus padres y madres. Escucharemos a los hijos e hijas de la inmigración y debatiremos con ellos qué significa el sentido de pertenencia a las sociedades europeas.

Si bien es cierto que debemos aprender muchas cosas de los aciertos y los errores de países con experiencias previas de inmigración extranjera, también lo es que el caso catalán es singular e interesante. Somos un país que vivió un incremento de población del 20% en la primera década de este siglo, con una entrada de personas similar a la que ha vivido Alemania en los últimos tres años. Y lo hemos hecho con problemas y dificultades innegables. Pero también manteniendo un sentido general de convivencia, acogida y defensa de los derechos fundamentales para todo el mundo. Y, tristemente, somos una de las pocas excepciones en Europa donde mantenemos fuera del Parlament a los racistas explícitos.

Hay que cambiar la agenda europea, dejar de ver a nuestros vecinos como los otros, que 'nosotros' signifique 'todos nosotros', avanzar hacia una perspectiva intercultural. Hay que defender la mejor Europa, la de la Carta de Derechos Fundamentales. Con una receta para vivir juntos y parar el racismo, basada en la equidad, la relación intercultural en todas partes, el reconocimiento a la diversidad y la defensa de los valores comunes democráticos.

De todo ello debía hablarse en Europa. Y lo empezaremos a hacer en Barcelona, en Catalunya.