MIRADOR

Los caminantes blancos

La derecha extrema ha entrado en los siete reinos de un ruedo ibérico que se creía protegido por 40 años de progreso, bienestar y olvido.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en una rueda de prensa en Sevilla

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en una rueda de prensa en Sevilla

Antón Losada

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El invierno ha llegado a la política española. Como acontece en 'Juego de Tronos' con los caminantes blancos, la derecha extrema ha entrado en los siete reinos de un ruedo ibérico que se creía protegido por 40 años de progreso, bienestar y olvido. Igual que en la serie, nadie recuerda muy bien cómo eran y por eso nadie sabe bien cómo vencerlos. Igual que en la serie, nuestro invulnerable muro de aversión, construido sobre la saña franquista y el terrorismo de extrema derecha que zarandeó la Transición hasta reventar aquel 23-F, ha caído de manera tan estrepitosa como descuidada. Los caminantes blancos avanzan triunfantes gracias a la imprudencia de gobernantes y rivales que, o bien han desdeñado la gravedad del desafío, o bien creen poder usarlos contra sus adversarios y luego librarse de ellos fácilmente.

Solo un Partido Popular que haya olvidado lo mucho que le costó quitarse de encima su marca extrema y llegar al centro, donde residen las mayorías absolutas, puede acercarse a Vox para negociar con semejante alegría y descuido. Solo un Ciudadanos que ignore los avisos que llegan desde la experiencia de sus aliados europeos puede creer que interponer a los populares les protegerá de tanta toxicidad. Solo puede otorgarle tanto protagonismo a Vox una izquierda convencida de que la entrada de la derecha extrema viene a dividir el voto rival y regalarle unos cuantos escaños en los restos. Han olvidando que el poder más temible de los caminantes blancos reside en su capacidad para resucitar a los muertos y sumarlos a su ejército. Toda la derecha que, desanimada por la corrupción e irritada por Catalunya, se había ido quedando en casa desde el 2011 porque solo contemplaba votar al PP o abstenerse ha encontrado una razón para tornar a las urnas; el camino se lo han mostrado las soflamas legitimadoras de José María Aznar, Albert Rivera y Pablo Casado.

Hoy ya todos saben que el muro ha caído y los caminantes blancos existen, no son una leyenda del pasado. El miedo devora los siete reinos y en los dominios de la izquierda cunde el pánico. En el PSOE ha empezado una absurda carrera por darle la razón a la derecha sobre Catalunya, acelerada por la inverificable teoría de que 400.000 votantes socialistas se quedaron en casa para castigar al "vendepatrias" Pedro Sánchez haciendo perder a la patriótica Susana Díaz. En Podemos se conforman con culpar a Teresa Rodríguez, sin ni siquiera preguntarse cuándo fue que la indignación se empezó a volver de extrema derecha. De tanto llamar "facha" a tipos moderados como Mariano Rajoy ya no recordábamos cómo piensan, ni sabemos reconocer a uno cuando lo tenemos delante.

Todos haríamos bien en tener presente la mayor enseñanza que deja la adaptación de las novelas de George R.R. Martin. No fue el aguerrido y heroico John Snow quien descubrió cómo se derrota a los caminante blancos, ni siquiera fue el primero en vencer a uno; lo hizo el pacífico, inteligente y normal Samwell Tarly.