Al contrataque

Una obligación moral de los 'indepes'

El Parlament debe plantearse la sustitución de Torra para sacar a los catalanes de la desorientación colectiva y las contradicciones en que el actual 'president' nos tiene situados

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Antonio Franco

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Hemos llegado a una situación en que la mayoría independentista del Parlament empieza a tener una obligación moral respecto al conjunto de los ciudadanos catalanes, tanto a los que la respaldan como a los que no. Reconozco que cumplirla es una medida extrema aunque forme parte de la normalidad democrática. Y aunque no resolvería la división del país en dos bloques casi incomunicados y cada vez más resentidos, si el soberanismo atendiese ese deber moral que está a su alcance por lo menos nos devolvería el consuelo de saber que vivimos inmersos en un inmenso problema pero no en un esperpento.

El peor inquilino que ha tenido el Palau

Me refiero a sustituir al actual 'president'. Me refiero a que le pida a Quim Torra la dimisión o decida su relevo y designe a otro independentista -el soberanismo ganó en las urnas el derecho a escogerlo-, pero que elija a alguien que tenga la voluntad y la capacidad de ejercer de presidente y no imite al que muchos consideramos como el peor inquilino que ha tenido jamás el Palau. Urge situar al frente del país a alguien con el equilibrio personal y político suficientes para sacarnos de la desorientación colectiva y las contradicciones en que Torra nos tiene situados. Él actúa incluso en contra de los propios intereses del independentismo, aunque eso a mí me importe poco; pero sí que me importa su errático, improvisador, inconsistente y, ¿por qué no decirlo?, peligroso liderazgo institucional.

Si yo fuese ciudadano francés probablemente no votaría a favor de Emmanuel Macron, pero estoy casi seguro de que desde el descontento y la discrepancia tendría la sensación de que mi país tiene un presidente con posibilidades de acertar, además de la de equivocarse. No es eso lo que tenemos en Catalunya. La desatención de Torra en relación a los problemas sociales, su flirteo con la violencia y el desordenflirteo con la violencia, el trato desconsiderado e irreflexivo que acaba de exhibir con sus propios subordinadostrato desconsideradocon sus propios subordinados en un tema tan delicado como la seguridad colectiva, encajan milimétricamente con las opiniones -yo las llamaría más bien convicciones- que había expresado por escrito mucho antes de acceder a su cargo. Aquella desmesura retrata más bien su manera de plantear las cosas que a la misma independencia por la que dice trabajar y de la que nunca explica nada que no sea pura y abstracta propaganda.

El soberanismo, y en particular las personas que lo encabezan, deben encarar este problema. Los catalanes no sabemos ni cómo estaremos ni en qué circunstancias nos moveremos dentro de dos o tres años o dentro de 15, porque a nuestras incógnitas hay que sumarles una situación general española, europea y mundial cuyos protagonistas, los ciudadanos, tampoco saben hacia adónde desean ir. Pero lo de Catalunya con Torra dentro de este declive es todavía peor.