Joan Tardà y su pasamontañas

Si el independentismo sigue la línea Torra, se topará con Casado en la Moncloa

En el centro, el cabeza de lista de ERC al Congreso, Gabriel Rufián, entre el presidente de los republicanos, Oriol Junqueras (izquierda), y el número dos al Congreso, Jordi Tardà (derecha), durante la presentación de la candidatura al 20-D.

En el centro, el cabeza de lista de ERC al Congreso, Gabriel Rufián, entre el presidente de los republicanos, Oriol Junqueras (izquierda), y el número dos al Congreso, Jordi Tardà (derecha), durante la presentación de la candidatura al 20-D. / periodico

Joan Tapia

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Joan Tardà es un político que comunica y transmite convicción. Cuando habla interpreto que lanza los mensajes serios de Oriol Junqueras y ERC. De un partido que viene de la República y de Heribert Barrera, el único diputado catalán que no votó la Constitución. Tardà es el anverso de Gabriel Rufián, el encargado de jalear los instintos más básicos.

Tardà ha dicho este jueves tres cosasTardà: que no compartía ciertas iniciativas de los CDR, que respetaba la huelga de hambre, pero que ERC no la veía necesaria y que la independencia con sangre no valdría la pena. Lo resumió: sabían que la independencia no se lograría con pasamontañas. Y hace meses ya dijo que solo un bobo podía creer que el apoyo del 47% legitimaba la independencia.

¿Por qué, pues, Junqueras y Marta Rovira (en modo histérico) no apoyaron a Carles Puigdemont cuando quiso cambiar la DUI por elecciones? Vamos al fondo. Tardà salió este jueves para bajar la tensión con Pedro Sánchez tras la última ola de despropósitos de Quim Torra. Como Elsa Artadi, que ahora no descarta una reunión Sánchez-TorraSánchez-Torra si es con contenido. ¿No sabe que la foto es el mensaje?

Desde la moción de censura, Sánchez ofreció un pacto tácito: con la desinflamación se rebajaba la tensión (en Catalunya y España) y se podían alcanzar algunos acuerdos que permitieran luego -tras las elecciones- un Gobierno de centroizquierda con más apoyos. Los dos ganaban: el PSOE podía gobernar y el independentismo, volver a poner el autogobierno en forma e influir en Madrid.

Pero, tras que la fiscalía mantuviera las acusaciones de rebelión y el esperpento de Torra con los MossosTorra  y Eslovenia, ha quedado claro que una parte del independentismo no quiere la desinflamación. Y la otra -JunquerasCarles Campuzano…- no ha sacado todas las conclusiones del 155 de Mariano Rajoy (y Sánchez). La democracia española puede dar juego, pero nunca rompiendo el estado de Derecho y sin auscultar bien la relación de fuerzas. 

Rajoy cometió muchos fallos, pero los tribunales penales dominaron todo solo tras el 6 y 7 de septiembre del 2017 cuando el Estatut y la Constitución fueron cepillados. El secesionismo tragó el 155 (fue a las urnas), pero no ha entendido que ningún Gobierno español -sea el que sea- tolerará otra ruptura constitucional o algo similar. Sánchez ni puede ni quiere. Y si le putean en exceso, desaparecerá la opción de pacto tácito y puntual y se tendrá que adentrar más en el discurso-advertencia del miércoles.

El mensaje andaluz

Y si no lo hace -y aunque lo haga, si el independentismo se viste de CDR- lo más probable es que en la Moncloa habiten Pablo Casado, Cs y Vox. Tardà y Artadi han captado el mensaje andaluz -tarde- y este jueves salieron a poner mercromina. Quizá ya a destiempo, porque no está claro que a Sánchez la foto con Torra (al que el secesionismo debería jubilar) todavía le convenga.

El problema es que Junqueras es Tardà, pero también Rufián (un Torra con malos modos). Quizá alguien apueste a "cuanto peor, mejor, y a matar a Sánchez el 21-D". Puede pasar, pero sería más por incompetencia palmaria que por maquiavelismo cerebral.