LA CLAVE
La soledad del prisionero Torra
Ni ERC ni el PDECat, ni Òmnium apoyan el delirio esloveno del 'president' con los CDR
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Cunde el desconcierto entre las bases independentistas. La república de Torra cada día tiene menos que ver con la que soñó Muriel Casals. Jóvenes encapuchados impidiendo ejercer el derecho a la manifestación. Trols republicanos en las redes escribiendo al dictado de los intereses de las cloacas del estado. Cortes de carreteras y de calles que impiden la libre circulación de las personas. La suya es una república vacía de valores republicanos. El cúmulo de errores del presidente vicario empieza a ser insostenible. Su irresponsable aliento a los CDR, una minoría exaltada dentro del independentismo, y sus alusiones a la vía eslovena que alcanzó la independencia tras 60 muertos le dejan sin margen para la política. Amén de colocarlo en el trance de impedir el traslado de los presos para que sean juzgados en Madrid. Es sabido que Torra no cuenta con el apoyo en sus aventuras ni de Oriol Junqueras ni de Jordi Sánchez, ni de buena parte del PDECat, ni de Artur Mas ni de Òmnium. ¿Quién apoya pues a Torra? La dirección de la ANC -las bases ya no siguen la mayoría de sus consignas-, la parte de la dirección de la CUP partidaria de acelerar las contradicciones del autonomismo, esos artefactos denominados CDR que cada día huelen más a instrumentos de la guerra sucia del estado, y algunos exaltados de las redes sociales a menudo amplificados por los bots o por el inefable Josep Costa, vicepresidente del Parlament. Y poco más. Torra vive de quienes no quieren enfrentarse con él sea para mantener la silla, para evitar que los trols los acusen de traidores o simplemente por respeto al sacrificio de los presos, especialmente de los que están en huelga de hambre. Torra tiene preso al independentismo para explorar la vía eslovena que nada tiene que ver con la revolución de las sonrisas. Lo suyo no es el resultado de desenmascarar un engaño como tanto les gusta decir a los adalides del inmovilismo sino una usurpación en toda regla. El Estado ha conseguido su principal propósito: nublar el raciocinio de los dirigentes independentistas. Y el resultado es un tipo como Torra. Y no vale decir que el independentismo es intrínsecamente violento porque solo hace falta mirar a Francia para recordar que este virus puede atacar a cualquier ideología en cualquier momento. Incluso a los estados como pasó en Eslovenia.
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