IDEAS

La Habana y Barcelona

Detalle de la primera estelada

Detalle de la primera estelada

Xavier Bru de Sala

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Con la pérdida de Cuba, España lloró mucho, Catalunya poco o nada. Tal vez incluso sonrió. En todo caso, no consta, que el Marqués de Comillas, amigo y protector primero y perseguidor más tarde de Verdaguer, sufriera demasiado el bache económico. Antonio López López había pasado de pobre de misericordia a ser el hombre más rico de España gracias al buen uso de la fortuna amasada Cuba por su suegro, Andreu Bru. Tampoco consta ninguna sacudida en otra gran fortuna de origen cubano, la de los Güell, protectores de Gaudí que se emparentaron con los López. Verdaguer y Gaudí disfrutando del mecenazgo de antiabolicionistas declarados, por decirlo suave.

Gracias a los conocimientos aportados por Vinyet Pañella, pudimos empezar a sospechar que el negocio de los catalanes en Cuba no se extinguió con la independencia de la isla. Ahora, con los datos más reveladores que aporta la exposición La Guerra y la República de Cuba, iniciativa de Joan Franquesa, de imprescindible visita en el monasterio de Sant Cugat, el público curioso puede constatar como en algunos aspectos la relación se intensificó.

El negocio de los catalanes en Cuba no se extinguió con la independencia de la isla, más bien se intensificó

La mutua influencia del cambio de siglo XIX al XX fue determinante, tanto para la modernización de La Habana, con la importación de racionalismo y modernismo barceloneses, como por el despliegue del independentismo en Barcelona. Entre otros objetos preciosos, en la exposición se encuentra la primera estelada de la historia. Bueno, el trozo que queda, porque la pobre tuvo que sufrir mucho. Sant Cugat debería ser lugar de culto y peregrinación, y quizás de reflexión, para los soberanistas que no tienen la más mínima noción de la procedencia de sus aspiraciones.

A principios del siglo XX, Madrid estaba de luto, mientras La Habana y Barcelona hervían de reformas. A principios del XXI, Madrid se da un festín, Barcelona teme por su futuro y La Habana continúa aparcada a la espera de la libertad. La historia está escrita, el futuro no.