Análisis
La vía lapona
¿Alguien podría tener un ataque de responsabilidad y pensar dónde carajo nos estamos metiendo? Si les falta tiempo para pensar o espacio para reunirse y meditar, Laponia podría ser una solución. El frío extremo -si no te mata- puede obrar milagros
Carles Francino
Periodista
Carles Francino
Me gustaría ser capaz de transmitir el choque de surrealismo que viví este domingo. A ver si lo consigo. Llegaba a Madrid tras pasar unos días con mi familia…. ¡en Laponia! Renos, elfos, trineos, Papá Noel, 16 bajo cero, nieve a destajo y un avión con unas doscientas personas a bordo; la mitad embarcadas en Madrid, la otra mitad en Barcelona. Habían sido unos días de placidez absoluta, de alegría infantil, de contacto con la naturaleza más indómita y de convivencia agradable.
Ya sé que las modernas aplicaciones tecnológicas permiten estar permanentemente conectado con el mundo, pero yo me había propuesto –creo que es muy saludable hacerlo de vez en cuando- ignorar esa posibilidad. Confieso que rompí el compromiso para interesarme por el Espanyol-Barça, pero al ver un rotundo 0-3 en el descanso regresé a mi isla particular, no sin antes acordarme de algunos buenos amigos pericos que suponía lo estarían pasando mal.
No sé si Dios existe –tiendo a creer que no- pero alguien debió pensar que tamaña dejadez merecía un castigo; así que lo primero que escuché al subirme a un taxi en Barajas fue al 'president' Torra reivindicando la 'vía eslovena' y anunciando que estaría en ayunas dos días para apoyar a los presos independentistas en huelga de hambre. Sin solución de continuidad el mismo boletín de noticias vomitó una catarata de admoniciones del PP y Ciudadanos contra Pedro Sánchez por no intervenir en Catalunya.
Por el tono de sus palabras, cualquier elfo de Laponia estaría convencido de que en Catalunya –y en España- andamos poco menos que a tiros. Y el remate llegó con un escueto flash de última hora: “Vox se querella contra Torra en el Tribunal Supremo”. El 'shock' fue tremendo; no tengo experiencia en alucinógenos pero imagino que el descenso de un viaje provocado por LSD debe ser más o menos así de bestia. El impacto no lo para ni Papá Noel ni el 'sursum corda'. Pero también es verdad –o eso dicen- que las drogas transmiten una clarividencia que no suele aparecer en situaciones más convencionales.
Así que yo – que ya barruntaba algo parecido- lo tengo más diáfano que nunca: si nos quieren forzar a elegir entre Vox y Torra, como si no hubiera otras alternativas, que no cuenten conmigo. Detesto a los bárbaros, que los hay y en abundancia, pero también a los iluminados y a los oportunistas, que no son pocos en esta historia. ¿Alguien podría tener –¡por una vez!- un ataque de responsabilidad y pensar dónde carajo nos estamos metiendo? Si les falta tiempo para pensar o espacio para reunirse y meditar, Laponia podría ser una solución. El frío extremo –si no te mata- puede obrar milagros.
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