Las razones de las protestas en Francia

Descarbonizar la economía, pero ¿quién paga?

Políticas que benefician a los que ya están mejor y perjudican a los que están peor no son buenas políticas

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Antón Costas

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Nuestras sociedades siguen sorprendiendo con sus reacciones políticas inesperadas. Sucedió con el 'brexit' y con el triunfo de Donald Trump. Ahora lo han vuelto a hacer con las protestas de los llamados 'chalecos amarillos' en Francia contra la decisión del Gobierno de Macron de aumentar los impuestos al gasoil, y con el inesperado apoyo electoral en Andalucía a Vox, un partido populista nacionalista de extrema derecha.

De las causas y significado político de lo sucedido en las elecciones andaluzas tendremos ocasión de hablar. Pero, en principio, no parece buen diagnóstico denunciar un nuevo fascismo en España.

Ahora tiene más interés comprender lo que está sucediendo en Francia. No por curiosidad, sino porque algo similar podría ocurrir en España con el anuncio de la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, de prohibir la venta de coches diésel en 2040. Y también porque nos permite entender mejor lo sucedido en Andalucía.

La lucha contra el calentamiento global tiene todo el sentido del mundo. Tanto porque es un imperativo civilizatorio, como porque sus efectos los sufren especialmente los más pobres.

Las causas del calentamiento son las emisiones de gases invernadero. En particular, el dióxido de carbono (CO2). De ahí que se hable de “descarbonizar” la economía, llegando incluso a la captura del carbono ya emitido.

Pero la gran cuestión de la descarbonización son sus efectos redistributivos. Cuando se eleva el precio de los combustibles fósiles los más perjudicados son los que tienen coches viejos y los tienen que utilizar para ir a trabajar. De ahí la reacción de los “chalecos amarillos” en Francia. Cuando se anuncia el cierre de una central eléctrica de carbón como la de Andorra, en Teruel, quienes sufren los efectos distributivos son los empleados, sus familias y la comunidad local. Cuando se anuncia, sin más, que se prohibirá la venta de coches de gasoil los más perjudicados son los trabajadores de las plantas de automóviles que fabrican ese tipo de coches. 

Como estudiante de Economía me enseñaron que toda política tiene ganadores y perdedores. Políticas que benefician a los que ya están mejor y perjudican a los que están peor no son buenas políticas. El hecho de que haya perdedores no tiene, sin embargo, que frenar las reformas. Pero obliga a hacer las cosas bien.

Hay un elevado consenso entre economistas y científicos sobre la necesidad de poner precio a las emisiones de carbón. La cuestión es cómo diseñar un impuesto al carbón y amortiguar el golpe para los más vulnerables. La economía dispone de dos reglas para hacer bien la descarbonización. Una es el principio de neutralidad tecnólogica. Otra es el criterio de compensación.

El principio de neutralidad tecnológica señala que si un Gobierno quiere reducir las emisiones de CO2 lo que tiene que hacer es fijar un objetivo de emisión y una fecha para lograrlo, pongamos por caso el año 2040, pero dejar que sean los fabricantes los que elijan la tecnología más adecuada para hacerlo. Si se anuncia que se prohibirá la venta de coches de gasoil y se premiará la de los eléctricos lo que se está haciendo, de partida, es perjudicar a unos y beneficiar a otros.

El impuesto al carbón no tiene en cuenta a los perdedores, por eso se rebelan en Francia. Y lo harán en otros países

El criterio de compensación de Kaldor-Hicks, dos prestigiosos economistas de la segunda mitad del siglo XX, dice que si una política tiene perdedores pero sus beneficios son superiores, pueden utilizarse para compensar a los perdedores. Esa compensación no tiene por que ser directa, pero sí es necesario evitar la pérdida de bienestar de los perdedores para que esa política sea equitativa. 

Lo que está ocurriendo con las políticas de descarbonización es que no toman en cuenta a los perdedores. Las habitantes de los lugares que sufrieron los efectos de la desindustrialización temen que serán de nuevo las que paguen la factura de la descarbonización. Por eso se rebelan en Francia. Y lo harán en otros países.  

Aunque el 'brexit', Trump, Francia o Andalucía parezcan hechos distantes, no son tan distintos. Responden a  la misma dinámica de agravio de las clases medias y trabajadoras de las comunidades urbanas y rurales olvidadas por los gobiernos. ¿Recuerdan aquel grito “Teruel también existe”? Pues eso es lo que están diciendo muchas comunidades de la geografía de nuestros países. Recuperar la salud -económica, social y cultural- de esas comunidades es fundamental para reconciliar crecimiento, progreso social y democracia.