Lecturas a todo volumen

El periodista gonzo Lester Bangs, con una lata de cerveza en la mano.

El periodista gonzo Lester Bangs, con una lata de cerveza en la mano. / periodico

Jordi Puntí

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Julián Viñuales lo ha vuelto a hacer. Algunas personas nacen con una misión en la vida, y la suya es darnos a leer buenos libros de música. No es un género fácil: entre la hagiografía del fan total, los reportajes sensacionalistas y los que escriben para ajustar cuentas, cuesta encontrar ejercicios literarios que te acerquen a la música y no te lleven a pensar: “¿Sabes qué? Prefiero escuchar el disco”. Hace años, pues, que Viñuales patrulla los catálogos de la no ficción para hallar textos imprescindibles. Ya lo hacía hace dos décadas desde la editorial Global Rhythm, cuando publicó libros como la biografía Bill Evans, a cargo de Peter Petting; 'To Be or Not to Bop', las memorias de Dizzy Gillespie; las cartas escogidas de Glenn Gould, o las letras de Bob Dylan, entre otros.

Aquel proyecto se fue al traste quizá por un exceso de idealismo, pero poco después el buen gusto de Viñuales reflotó en el catálogo de Malpaso, donde salieron títulos como las memorias de Pete Townsend, Johnny Marr o Morrissey, o Ilustres raperos, de David Foster Wallace y Mark Costello. La biblioteca musical tomaba dimensiones gigantescas. Luego la etapa de Malpaso se cerró abruptamente y, ahora, Julián Viñuales lo ha vuelto a hacer. Su último intento —él habla de “reencarnación”— se llama Libros del Kultrum y es una editorial unipersonal, que se dedicará a “la arqueología libresca y alguna novedad” en torno a la música, claro.

El buen criterio está asegurado. Se anuncian libros sobre Nina Simone, George Harrison o Donald Fagen, y el primer título ya lo da todo: 'Reacciones psicóticas y mierda de carburador', del crítico Lester Bangs. Como crítico gonzo, Bangs trabajó durante poco más de una década, en los años 70, y murió a los 33 años, pero dejó fijado un estilo personal destroyer, ácido, egocéntrico e incómodo, que de alguna forma reproducía el carácter de la escena rock del momento, y que desde entonces ha perfilado el estilo de decenas de críticos. La recopilación, exhaustiva y muy bien editada, es un festival de energía sucia, vitalidad, puñetería y ambiente etílico. Es tan realista que, cuando llegas al final del libro, tienes resaca.