Análisis

Otra batalla en la guerra comercial de Washington y Pekín

Si Canadá extradita a EEUU a la vicepresidenta de la compañía china Huawei la estabilidad política y económica puede estar amenazada

Una pantalla de un comercio de Pekín muestra el perfil de la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou.

Una pantalla de un comercio de Pekín muestra el perfil de la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou. / periodico

Albert Garrido

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El profesor Antón Costas dijo en una radio hace unos días que el mundo está hecho unos zorros. Ciertamente lo está y la detención en Canadá de la vicepresidenta de la compañía china de telecomunicaciones Huawei, Meng Wanzhou, lo certifica con creces y pone de manifiesto la volatilidad de las relaciones entre las grandes potencias, especialmente si Donald Trump forma parte de la ecuación, lo que sucede casi siempre. La era de los compromisos firmes y duraderos ha pasado a mejor vida con enorme riesgo para la estabilidad política y económica, que en este caso puede agravarse si la detenida es extraditada a Estados Unidos.

Cuando una tregua en la guerra comercial sino-estadounidense tiene una vigencia tan breve, según se ve, como la acordada en Buenos Aires por Trump y Xi Jinping el sábado último, la desconfianza se adueña de los mercados, las bolsas se resfrían y las finanzas globales tienden a replegarse a la espera de tiempos mejores. Resulta del todo sorprendente que Meng fuese detenida en Vancouver el mismo día que se concertaba la tregua, sin tener en cuenta que tal acción y lo que de ella se derive llenará el horizonte de incógnitasincertidumbres y malos presagios. Que la compañía Huawei haya transgredido la política de sanciones impuesta por Estados Unidos a Irán se antoja un mero pretexto que puede tener consecuencias impredecibles en las finanzas globales.

Avales

Como en tantas ocasiones precedentes, lo que prevalece es la voluntad de la Casa Blanca de dinamitar el statu quo y fijar reglas nuevas en todas direcciones, aunque esto suponga dañar las durabilidad de los pactos acordados. Especialmente si estos son con China, la gran rival a escala planetaria, o con la Unión Europea. El eslogan América primero en la campaña del 2016 era algo más que palabras y el proteccionismo a ultranza defendido por el presidente, mucho más que una propuesta para atraer voluntades entre las víctimas de la crisis industrial en Estados Unidos. Era y es la piedra sillar de una estrategia encaminada a soslayar el multilateralismo, los requisitos que impone la Organización Mundial de Comercio y la complicidad con los aliados con el fin de impugnar cuantos compromisos adquirió Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama, entre ellos la rehabilitación de Irán ante la comunidad interernacional.

Nadie pone en duda que la multinacional china, como toda gran compañía, tiende a imponer sus propias reglas, incluso está justificada la desconfianza de muchos países, que temen que a través de sus productos desarrolle una red de espionaje o control a escala global. Lo que está en discusión es la disposición de Trump a respetar los compromisos adquiridos, en este caso durante la cena después de la cumbre del G-20, y la de Hawei de dar las garantías suficientes para dejar de ser una empresa bajo sospecha al servicio del Gobierno chino. Sin tales avales, la guerra fría tecnológica afectará sin remisión el crecimiento de la economía mundial, con especial impacto en los mercados emergentes, cada día más debilitados.