Pequeño observatorio

Siempre es mejor no caer

Da mucha vergüenza verse en el suelo y a menudo rodeado por algunas personas que no conoces

jubilado

jubilado / periodico

Josep Maria Espinàs

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Ya sabemos que nos podemos caer andando por la calle. Evidentemente, los que ya tenemos muchos años estamos más expuestos a una caída. Es natural que la musculatura se debilite y, aunque se vea el riesgo, la reacción para superarlo puede ser demasiado lenta. El hecho es que tres personas de mi barrio se han caído por la calle. No me lo invento. Es lo que me dijo un trabajador, que vive cerca de casa, cuando le pregunté qué había pasado.

Es cierto que mi acera tiene visibles irregularidades, como tantas otras. Pero de todas maneras, si uno ya no es joven el riesgo de las caídas exige andar por la calle con ciertas precauciones. Me maravilla ver como unos jóvenes atraviesan una esquina, la que hay cerca de casa -un ángulo que hace imposible la visibilidad más allá de dos palmos-.

El choque no acostumbra a ser grave, a veces te sientes un poco ridículo, mientras que caer por el suelo ya es otra historia. Hasta ahora he tenido suerte, porque cuando ya se es mayor las caídas son tan peligrosas como ridículas. Se acerca un ciudadano benemérito que me pregunta: "¿Se ha hecho daño?". Pienso que no, me parece que solo he hecho el ridículo.

Da mucha vergüenza verse en el suelo y a menudo rodeado por algunas personas que no conoces. Un instinto te hace decir: "No ha sido nada, no ha sido nada". Quienes quieren ayudar son muy amables, pero también hay benefactores que se pasan: "¿No tendría que ir al hospital?".

Más allá del hecho accidental -o incidental- 'caer' también es una expresión. Más de una vez, después de haberme presentado a una persona me han dicho: "Ya lo sabía que le caería bien". Hombre, hemos estado hablando un buen rato y puedo asegurarle que su amigo no ha caído.