Análisis

Andalucía, a la derecha con la extrema derecha

Las expectativas que se abren para la derecha ponen más difícil la salida a la crisis del Estado. El federalismo plurinacional se aleja y en Catalunya se va a sentir

Pablo Casado y Juan Manuel Moreno

Pablo Casado y Juan Manuel Moreno / EFE / A. CARRASCO RAGEL

José Antonio Pérez Tapias

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Cerraron los colegios electorales y se abrieron las urnas. Recuento en ascuas, con resultado en este 2 de diciembre que se describe como terremoto político. Ganan las derechas: al PP (26 escaños, buen resultado aun perdiendo 7) y a Ciudadanos (21, subiendo 12 sobre los que tenía) se les suma el tirón de la ultraderecha de Vox, que entra en el parlamento andaluz con 12 diputados. Y reverso: hecatombe de la izquierda. Aunque el PSOE sea el partido más votado, es perdedor al quedarse con 33 escaños de los 47 que tenía. Y Adelante Andalucía fue hacia atrás: perdió tres escaños de los que sumaban Podemos e IU y obtiene 17.

Clave importante para esos resultados es la abstención, incrementada en un 4 %. Es abstención entre electores de las izquierdas. No solo entre abstencionistas, sino incluso entre quienes han votado es fácil encontrar andaluzas y andaluces que reconocen haber vivido una campaña electoral sin entusiasmo. Discursos continuistas, propuestas inconexas, caras muy repetidas han sido factores que han influido en un estado de ánimo que, en el fondo, acusa hastío y falta de credibilidad en los partidos que concurrían por la izquierda.

Formaba parte de lo previsto que el PSOE, aun pasando apuros, siguiera siendo primera fuerza con posibilidad de formar gobierno, a pesar del desgaste de décadas al frente de la comunidad sin una renovación a fondo. Tal previsión se muestra quebrada.  Ni siquiera ha funcionado como en otras ocasiones una red clientelar que nadie niega o el temor a una derecha que provocaba desconfianza respecto a mantener los servicios sociales de los que, a pesar de su deterioro, goza la población.

La novedad ha venido por la derecha, sin que para la misma haya sido óbice la pugna entre partidos que por ese lado se han disputado el voto. El PP resiste en cabeza, por lo cual alberga esperanza de que su candidato ostente la presidencia de la Junta. Ciudadanos, partido en alza, tendrá que decidir su apoyo, lo que es probable que le suponga notable cura de humildad –no se ve el PP en esa tesitura-. Y populares y militancia de Ciudadanos tendrán que ver qué hacen poniendo al lado de ellos, si quieren el cambio en Andalucía, a Vox, con su proclividad fascista, su inocultable discurso xenófobo y antifeminista, y un españolismo tan indigerible que reniega de todo europeísmo. Pero, en fin, hasta un sapo bien adobado es comestible. Después de todo es el discurso extremo en torno a la patria en peligro o a la supuesta amenaza de una inmigración masiva lo que ha arrastrado a los que dicen ser de centroderecha a coquetear con la ultraderecha. Sabemos de la habilidad de las derechas para aparcar divergencias y primar intereses comunes.

Reversos: a Pedro Sánchez se le ha complicado el panorama electoral. Pero no es eso lo más grave. Las expectativas que se abren para la derecha ponen más difícil la salida a la crisis del Estado. El federalismo plurinacional se aleja y en Catalunya se va a sentir. Es inaplazable la autocrítica de las izquierdas.