Agresiones sexuales en el mundo del espectáculo

Bertolucci y Fabre

El foco de atención debe centrarse en las supervivientes del acoso, y no en la entronización del arte del genio

Bernardo Bertolucci

Bernardo Bertolucci / periodico

Marta Roqueta

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Cuando el comediante Louis C.K. volvió a los escenarios después de confesar que había acosado a cinco mujeres, tuve el temor que tras el #MeToo los casos de agresiones sexuales en el mundo del espectáculo se saldasen con un mero acto de contrición pública, más performativo que sentido, por el cual el castigo para los agresores comportara, como mucho, la pérdida de su estatus. Como poco, que una vez el público les afeara su comportamiento, el 'show', su 'show', continuara como siempre. La cobertura mediática de la muerte del cineasta italiano Bernardo Bertolucci y la programación en el Festival Temporada Alta del creador belga Jan Fabre, acusado de acoso sexual por una veintena de bailarinas de su compañía, me han hecho revivir dicha preocupación.

Reparar el daño producido por el maltrato

Bertolucci confesó haber ocultado a Maria Schneider que Marlon Brando utilizaría mantequilla para perpetrar la escena de la violación en 'El último tango en París', para así obtener una reacción real de la actriz. Aún hoy ni siquiera se plantea hasta qué punto un director que maltrata a una de sus trabajadoras para obtener una respuesta emocional concreta es un buen director. Sabiendo los problemas que sufrió Schneider a lo largo de su vida, tampoco se ha iniciado un proceso de reflexión colectiva sobre cómo reparar el daño producido por dichos maltratos. Eso entronca con el enfoque sobre la polémica alrededor de Fabre. No solo hay que hablar de si es lícito o no manifestarse delante de la puerta de un teatro o llamar al boicot de su obra, también debemos reclamar medidas para evitar que situaciones como las ocurridas en su compañía no vuelvan a suceder.

La construcción de la figura del genio (hombre) y la entronización de su arte como imprescindible para entender el mundo han facilitado que ellos –y sus obras– estén capitalizando el debate sobre la reparación de los agravios causados por el acoso sexual, en vez de ser las verdaderas damnificadas, las supervivientes –y el desarrollo de su talento–, el foco de nuestra atención.