El programa empieza y acaba

Si no me equivoco, hace unos 11 años que la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona me propuso el ingreso en aquella histórica sociedad. Conservo mi profundo agradecimiento, porque esta Acadèmia ha ido acogiendo, desde hace muchos y muchos años, a notables representantes de la cultura, en un sentido amplio, pero exigente, de esta palabra. Conservo el agradecimiento pero no la asistencia a las reuniones de la Acadèmia. Ya lo dijo Virgilio: "El tiempo huye de una manera irreparable".

Podría decir que estoy viviendo la posteridad, si fuera amigo del dramatismo, pero me gusta pensar en grandes personajes porque me hacen pensar, no porque yo quiera serlo, sino porque me hacen llegar un aire de fuerza vital. Hoy se continúa representando a Shakespeare e interpretando a Mozart. Estos genios no trabajaban para la posteridad, lo que importaba era la satisfacción inmediata de los unos o de los otros.

Me arriesgo a decir que muchos creadores, importantes o modestos, están impulsados por una necesidad. El éxito no está garantizado, pero la voluntad rigurosa, sí. Josep Pla fue un escritor que tenía una gran capacidad de observación -más allá de sus arbitrariedades-. Y, curiosamente, cuando era viejo estaba muy preocupado por el futuro. El de su prosa y su sociedad. Cuando tenía la muerte cerca manifestaba esta inquietud: "¿Quieres decir que todo esto que he escrito quedará?" ¿Una angustia disimulada? También dijo que su literatura era "irrisoria", una palabra que usaba a menudo.

Debo decirle que no tenga mucho en cuenta la posterior clase literaria. ¿Es que los lectores tenemos que vivir pensando también en sobrevivir? Soy consciente de mi modesto alcance literario. Tengo que decir que la señora Posteridad no tiene la dirección de casa y no vendrá a saludarme. 

Lo que ahora me preocupa es conseguir acabar el libro que estoy escribiendo. Cuando escribo me gusta empezar y acabar. ¿No es esto, la vida?