OPINIÓN

Preocupación por la baja natalidad y sus costes

La evolución futura de la población en España dependerá de la marcha de la economía y de las políticas públicas que se implementen

Unos niños miran la tele.

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Libertad González

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Este miércoles, el INE publicó un resumen de los resultados de la Encuesta de Fecundidad del 2018. Me llamó la atención que muchas de las mujeres que tienen menos hijos de los deseados alegan razones económicas, o laborales y de conciliación. La gran mayoría de las 15.000 entrevistadas cree que el Estado debería incentivar la natalidad, y los incentivos más demandados son la extensión de los permisos de maternidad y paternidad, mayor flexibilidad horaria, y una asignación por hijo menor a cargo.

La tasa de fecundidad en España (el número anual de niños nacidos por cada 1.000 mujeres) era de 37 en 2017. Después de una caída persistente durante los años 80 y 90, la fecundidad aumentó entre 1998 y el 2008, para volver a caer desde entonces. Apenas es necesario recordar que de la fecundidad de hoy depende el tamaño de la población en edad de trabajar de mañana, lo que afecta a temas tan relevantes como mi pensión y la suya.

¿Pueden explicar los factores económicos o las políticas públicas la evolución reciente de la natalidad en España?

Existe cierta evidencia de que la natalidad se mueve con el ciclo económico. En el caso de España, aunque hubo épocas de crisis y recuperación en los años 80 y 90, la tasa de fecundidad cayó de manera continuada durante ambas décadas. Es verdad que la subida en la natalidad entre 1998 y el 2008 coincidió con un periodo de caída en la tasa de desempleo y crecimiento económico, y que el cambio de tendencia del 2008 coincidió con el comienzo de la crisis. Sin embargo, la tasa de paro se ha venido recuperando desde el 2013, mientras que la fecundidad ha seguido cayendo.

¿Y qué hay de las políticas públicas? ¿De verdad pueden afectar a las decisiones de fecundidad? Para responder a esta pregunta hay que recurrir a estudios más detallados, ya que las políticas públicas se suelen mover con el ciclo (las prestaciones se vuelven más generosas en épocas de expansión y se reducen en periodos recesivos), lo que hace difícil separar su efecto del de las condiciones económicas generales. Existe cierta evidencia de que extender la baja de maternidad puede fomentar la natalidad (con datos de Austria o Alemania), aunque en otros países como Noruega no ha funcionado. Por otro lado, la evidencia disponible sugiere que extender la baja de paternidad no es efectivo a la hora de promover la fecundidad. Las prestaciones monetarias por nacimiento o hijo a cargo sí se han demostrado efectivas en algunos países (Canadá, Israel), aunque los efectos son modestos.

En España, la introducción del cheque-bebé en el 2007 fue seguida de un aumento en los nacimientos el año siguiente, que se revirtió en seguida, mientras que es posible que la cancelación en el 2010 acentuara aún más la caída en la natalidad que ya se observaba desde el 2009. No parece sin embargo que los cambios en políticas públicas puedan explicar la mayor parte de la variación observada en el tiempo.

La evolución futura de la natalidad en España dependerá de la marcha de la economía y de las políticas públicas que se implementen, aunque también de factores demográficos y culturales. De momento, hay motivos para preocuparse, y la evidencia sugiere que, si el Estado quisiera revertir la tendencia, el coste sería importante.