Análisis
Nuestros 'chalecos amarillos'
Las huelgas de esta semana han llenado el vacío entre los ciudadanos y el poder, y han hecho aflorar la realidad que relegó el artilugio político del 'procés'
Rafael Jorba
Periodista. Secretario del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Rafael Jorba
Emmanuel Macron, de la mano de su República en Marcha, había acabado con la vieja política francesa y se había erigido en el nuevo monarca republicano. Un año y medio después de su triunfo electoral, los 'chalecos amarillos''chalecos amarillos' -un movimiento espontáneo contra la fiscalidad de los carburantes para financiar la transición energética- le han puesto contra las cuerdas. El propio Macron resumió el sentido de los protagonistas de la protesta: "Escuchamos al presidente de la República, escuchamos al Gobierno. Ellos evocan el fin del mundo, pero nosotros hablamos del final de mes". Ante este dilema -salvar el planeta o llegar a final de mes-, Macron aseguró: "Tratamos de hacer las dos cosas a la vez".
Relato de la república catalana frente a realidad cotidiana
Salvando las distancias, esta semana en Catalunya ha emergido también una pulsión social inesperada: el relato mágico de la república catalana, la agenda simbólica de los presidentes Carles Puigdemont y Quim Torra, se ha topado con la realidad cotidiana. La señal de salida la ha dado la sanidad pública frente a unos recortes presupuestarios que no solo afectan al personal sanitario, sino al conjunto de la ciudadanía: el deterioro de un modelo de referencia. Si el lunes fue el Sindicat de Metges el que abrió la tanda, este miércoles ha llegado el turno de bomberos y universitarios. Hoy la Intersindical Alternativa de Catalunya llama a la huelga al conjunto de la función pública. Se trata del preludio de la jornada de protesta convocada para el 12 de diciembre12 de diciembre por CCOO y UGT ante la propuesta del Govern de diferir el retorno de las pagas extras.
Sorprende que los sindicatos de clase sean los últimos en subirse al tsunami de la protesta del sector público catalán. Ha sido una constante a lo largo del actual ciclo de crisis económica en Catalunya. El relato del 'procés' ha atrapado también a las grandes centrales sindicales. No deja de ser una paradoja que con los recortes en la función pública de por medio, empezando por la sanidad y la educación, secundaran sin contrapartidas el llamado derecho a decidir, que situaba la reivindicación de la diferencia por delante de la lucha contra las desigualdades. Esta estrategia tiene un nombre propio, el del 'president' Artur Mas. Fue él quien en el 2010, como recordaba Eulàlia Vintró en estas mismas páginas, se jactaba de los recortes y se consideraba el alumno más aventajado a la hora de aplicarlos.
El 'procés' fue el artilugio político que puso en marcha el entonces 'president' antes de ser echado a la papelera de la historia por la CUP. Mas logró que CCOO y UGT se uncieran al carro del soberanismo. La tensión plebiscitaria situó en un segundo plano el eje programático -el de las políticas concretas- y priorizó el eje identitario, con daños colaterales en los instrumentos de intermediación: partidos, sindicatos, patronales... Vuelvo a Francia. Un analista de 'Le Monde', citando a Tocqueville, explicaba que los modelos uniformadores destruyen los llamados 'poderes intermedios': entre los ciudadanos y el poder existe un inmenso vacío. Las protestas de esta semana lo han llenado: han desplazado el relato y han hecho que resurja la realidad, que la política de lo cotidiano nos "distraiga" (Eduard Pujol). Las batas blancas son nuestros chalecos amarillos.
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