La clave

El discreto encanto de la ultraderecha

El pulso independentista y la campaña andaluza alimentan la mímesis del PP y Ciudadanos con el extremista Vox. Más que competir parecen coquetear

Pablo Casado (PP), Albert Rivera (Ciudadanos) y Santiago Abascal (Vox).

Pablo Casado (PP), Albert Rivera (Ciudadanos) y Santiago Abascal (Vox).

ENRIC HERNÀNDEZ

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Aunque no lo parezca, en las elecciones andaluzas del próximo domingo se dirime quién gestionará un presupuesto cercano a los 35.000 millones de euros al servicio de 8,5 millones de ciudadanos --tres de ellos, con riesgo de pobreza-- y una tasa de paro del 22,9%. Y no lo parece porque las reverberaciones que nos llegan de la campaña, quizá mediatizadas, versan poco sobre el bienestar de los andaluces y demasiado sobre asuntos aparentemente ajenos, como el conflicto catalán, el horizonte electoral español o las cuitas de las derechas.

Mejor nos habría ido a todos si desde la Moncloa Mariano Rajoy hubiera dedicado a reconducir el pulso independentista la mitad de la energía que Pablo Casado invierte en rentabilizarlo electoralmente, ahora que el mal ya está hecho. Por alguna oscura razón, el Partido Popular tiende a relativizar el reto soberanista cuando entraña un verdadero peligro y a rasgarse la vestiduras cuando la amenaza aminora. Más constante, Ciudadanos se las rasga siempre con idéntico fervor, al margen de los altibajos que experimente el 'procés'.

La "obsesión catalana" diagnosticada con tino por José Antonio Zarzalejos  José Antonio Zarzalejos se agrava en la liza andaluza. Secuestro argumental que, a mayor gloria del fallido relato secesionista, alimenta la retórica combativa del PP y C's, a remolque de la ultraderecha desacomplejada que encarna Voxultraderecha Vox. De tanto 'competir', casi parecen coquetear. 

Sin etiquetas

Para taponar el trasvase de votos hacia su extrema escisión, el PP de Casado endurece también el discurso migratorio --rayano en la xenofobia-- y se cuida muy mucho de etiquetar a Vox, con el que ni siquiera rechaza sellar una alianza poselectoral. También Albert Rivera rehúsa definir a Vox como ultraderecha --"no soy analista político"--, al tiempo que tacha de "populista" a Podemos y se abre a cualquier pacto entre "constitucionalistas", sin distinciones.

Como en el delicioso filme de Luis Buñuel, la campaña andaluza está deparando un sinfín de escenas absurdas cuya única virtud es ilustrarnos acerca del discreto encanto que la ultraderecha tiene para sus rivales de la derecha. Habrá que tomar buena nota.