ANÁLISIS

La especificidad de las barras bravas

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José Luis Pérez Triviño

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Al igual que el estilo futbolístico, que varía según el país, las bandas violentas organizadas que medran alrededor del fútbol también son distintas según la sociedad que se analice. Esto es lo que ocurre con las "barras bravas" argentinas cuya última "gesta" ha supuesto que quede en suspenso el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate.

Este ha sido el último pero no menos grave episodio de su actividad violenta. Sería fácil recurrir para su explicación a la profunda rivalidad entre ambos equipos. Para dar cuenta de ella, imaginense multiplicada varias veces la rivalidad entre grupos vinculados al FC Barcelona y al Real Madrid, y que además, ambos equipos estuvieran situados en la misma ciudad. Pero no sería acertado. Las causas son más profundas y por supuesto, no puede establecerse una analogía con los grupos violentos que hay en España, por más que, desgraciadamente, haya un cierto mismo mimetismo creciente.

Existen marcados rasgos cuantitativos y cualitativos que diferencian a las barras bravas violentas. Respecto de su grado de actividad violenta hay contabilizadas "oficialmente" entre 1984 y 2017, 210 muertes, aunque es probable que haya más, dado que hasta hace pocos años no había un registro por parte de las autoridades públicas de los episodios violentos vinculados con el fútbol.

Y también es preocupante el promedio creciente de fallecimientos: entre 1922 y 1983 morían dos personas por año, mientras que entre 1984 y 2017 subió a seis. Por eso no es extraño que rija la prohibición de asistir a los estadios de los aficionados del equipo visitante. Para dar cuenta de la gravedad de estos datos, en España solo consta en los últimos años una única muerte debida a peleas entre bandas rivales, la del aficionado de Riazor Blues en 2014 en una pelea previa al partido entre Atlético de Madrid y Deportivo de la Coruña.

Ahora bien, lo que es más preocupante es, desde un punto de vista cualitativo, el inmenso poder que estas bandas tienen en la sociedad argentina. Además de su acción deportiva, es frecuente que desarrollen otras actividades vinculadas al crimen organizado, en especial, el narcotráfico. Pero lo más grave es que en el control de ese 'negocio' también suelen estar implicados directivos de clubes, políticos y sindicalistas, los cuales suelen estar bajo el mando fáctico de los líderes de las barras bravas, rasgo que explica la histórica tolerancia política y policial hacia aquellas.

Y es aquí donde radica el principal problema para su erradicación. No bastará con aumentar los mecanismos de represión policial, sino en cambiar las estructuras que colocan a las barras bravas en los mismos engranajes del poder político argentino.

José Luis Pérez Triviño es profesor Titular de Filosofía del Derecho de la Universitat Pompeu i Fabre (UPF). Preside la Asociación para la Calidad ética en el deporte.