Dos miradas

'Macho man', asignatura obligatoria

El teatro-documento de 'Macho man' podría tener una sede fija para que fuera visitada por todos. Cincuenta minutos de descenso al infierno del machismo

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Josep Maria Fonalleras

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La instalación 'Macho Man', de Àlex Rigola y Heartbreak Hotel, estrenada en el Temporada Alta, parece que todavía no tiene sitio en Barcelona. Es una lástima. De hecho, debería estar en todas partes. O deberían pasar por ella todos los adolescentes del país, y los que no lo son tanto. Este teatro documento podría tener una sede fija para que fuera visitada por todos. Cincuenta minutos de descenso al infierno del machismo, que no es tanto tiempo, que nadie se asuste, pero que es el suficiente -en una concentración del horror, de la violencia íntima e institucional contra las mujeres- para tomar conciencia de hasta qué punto estamos ante un tsunami comparable al peor de los terrorismos.

 'Macho Man' no te tumba por el impacto de unas imágenes sino por la agregación continua y persistente de unos hechos. Desde las sentencias exculpatorias a los criminales hasta la lenta consumición del sofá a causa del fuego doméstico que quema mientras escuchamos (narrado al oído) el testimonio lacerante de una víctima. Desde las fotos de ellas, cuando la tragedia aún no había cuajado, hasta el videojuego (90 millones de copias vendidas) en el que el jugador puede asesinar, descuartizar y quemar a la prostituta, en un crimen virtual pero tan real como la absolución del sátrapa que juega.

Que alguien convierta este montaje, un grito artístico a favor de la dignidad y contra el bucle de humillación y desprecio, en una asignatura obligatoria.