ANÁLISIS

El 'Global Britain', camino del 'Local Britain'

Después de que los 27 aprobaran el acuerdo de salida, será ahora en el Parlamento de Westminster donde se haga realidad. O no

Un hombre con las banderas de la UE y el Reino Unido en una protesta contra el 'brexit' en Londres.

Un hombre con las banderas de la UE y el Reino Unido en una protesta contra el 'brexit' en Londres. / periodico

ROSA MASSAGUÉ

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La pelota está enteramente en el tejado británico. Al otro lado del Canal de la Mancha ha habido muchos nervios y malas artes. También mucha ignorancia e improvisación. Unos políticos conservadores cuyo euroescepticismo les había llevado a menospreciar a la Unión, tanto como proyecto europeo como por su forma de funcionar, confiados en la dificultad de poner de acuerdo a 27 países, se han llevado la sorpresa de que ni la UE es lo que ellos creían que era ni la influencia histórica de Londres sobre los otros es ya tal. El último en ejercer dicho ascendiente, aunque mal, fue Tony Blair con la inestimable ayuda del entonces secretario de Defensa de EEUU, Donald Rumsfeld, al marcar una divisoria entre la vieja y la nueva Europa. De esto hace 15 años y en tres lustros el mundo ha cambiado una barbaridad.

Desde su llegada a Downing Street en julio del 2016, Theresa May dedicó los primeros meses de su mandato a viajar a las capitales europeas en busca de apoyo en las negociaciones del ‘brexit’ todavía por iniciar. A finales de aquel año y en verano del siguiente visitó India y Japón, los dos grandes motores asiáticos además de China, en busca de acuerdos comerciales para el post-‘brexit’ sin ningún resultado visible. Es más. Los líderes de las instituciones europeas se le adelantaron y días antes de la visita de la primera ministra británica sellaron en Tokio, capital de la cuarta economía mundial, el mayor y más ambicioso acuerdo comercial de la historia comunitaria.

Desinterés de Trump

En enero del 2017 May se dio prisa para ser el primer gobernante en visitar a un Donald Trump recién llegado a la Casa Blanca. A la salida del encuentro resultó evidente que la tan cacareada ‘relación especial’ entre Reino Unido y EEUU interesaba muy poco al nuevo presidente.

La propaganda del ‘brexit’ ha clamado siempre por la recuperación del control sobre todo, ya sea sobre la soberanía o sobre el comercio. La operación de vender al mundo y a sus conciudadanos la reconquista del dominio sobre el comercio mediante un ‘Global Britain’, un Reino Unido global con el que Londres podría seguir siendo un país importante e influyente, capaz de firmar grandes acuerdos topó con la realidad de un mundo en el que o eres ‘Britain’ o eres ‘Global’, pero ambas cosas juntas parecen un oxímoron.

Y tratándose de influencia, la gran pérdida que acarrea el ‘brexit’ es la del ascendiente británico en la propia UE, que, no hay que olvidarlo, además de ser un proyecto político basado en una serie de principios y valores, es la primera potencia comercial del mundo. Volviendo a Blair, antes de su desgraciada opción por la guerra de Irak y de la citada división que causó, su papel comunitario nunca fue menor. Aspiraba a ser un socio destacado en Europa y a su influencia se debe, por ejemplo, el haber frenado mayores avances en el campo de la integración política y social, y haber favorecido una predominancia de la Europa del mercado. Fue una influencia negativa para el europeísmo más avanzado y abierto, pero influencia al fin y al cabo, algo que ya no podrán ejercer ni May ni quienes le sucedan en beneficio de su país.

Después de que el domingo los 27 aprobaran el acuerdo de salida, será ahora en el Parlamento de Westminster donde se haga realidad y allí la abundancia de revoltosos tanto entre euroescépticos como entre pro-europeos podría enterrarlo. De ocurrir, el Reino Unido seguiría en la UE, pero sería un socio humillado por haber persistido en uno de los mayores disparates de su historia.