LA CAPITAL ARGENTINA, CIUDAD SIN LEY

¿De verdad el G-20 piensa reunirse en Buenos Aires?

La imagen previa al caos frente al estadio del River Plate, en Buenos Aires.

La imagen previa al caos frente al estadio del River Plate, en Buenos Aires. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Todo empezó, tal vez, cuando Mauricio Macri, presidente argentino, dijo que este Boca-River de la final de la Copa Libertadores era una desgracia inmensa porque el perdedor ina a sufrir la derrota durante 100 años. Macri, que la semana pasada organizó un amistoso en la Quinta de Olivos entre viejas glorias de ambos conjuntos, se fue al complejo turístico de Chapadmalal, a 23 kilómetros de Mar del Plata, para ver el partido por televisión con toda su familia.

Y lo que descubrió, ya sin poder hacer nada, es la lamentable imagen, horrible, vergonzosa, triste y, afortunadamente, de momento, sin muertos, que ofreció Argentina, la Argentina que él preside y que, a cinco días de que los presidentes del G-20 se reúnan en Buenos Aires, porque aún se atreverán a reunirse ¿no?, ha demostrado al mundo porque es un país casi en ruinas, pudiendo ser uno de los más ricos en todo del planeta. Resulta ciertamente estremecedor que los máximos mandatarios mundiales crean que se puede celebrar una cumbre de esas dimensiones en una ciudad tan caótica e insegura.

Lo que el mundo descubrió ayer es que la barbarie se apoderó, durante horas, de buena parte de Buenos Aires, la misma ciudad que, dentro de cinco días, será el centro del mundo. No es de extrañar, no, que Patricia Bullrich, ministra de Seguridad argentina, recomendase, hace una semana, a los ciudadanos de Buenos Aires que abandonasen la ciudad durante la cumbre de los más grandes países del mundo. Es evidente que si no han sido capaces de ofrecer seguridad a un partido de fútbol, solo eso, un  partido de fútbol y convertir en un lugar seguro cinco manzanas, cómo van a ofrecer seguridad a los más altos mandatarios mundiales.

El aviso de la Bombonera

Y eso que, pocas horas antes de la segunda gran final, la Bombonera del Boca Juniors ya demostró lo que podía ocurrir en el Monumental. Un entrenamiento de puertas abiertas citó a más de 65.000 hinchas, con toda ausencia de seguridad, pasillos y salidas totalmente cubiertas, tapadas, forzando el cierre del estadio. Ni siquiera eso sirvió de aviso a las autoridades, que permitieron que el autobús del Boca, no solo no tuviese cristales a pruebas de piedras, ladrillos y balas, sino que tampoco contó con el pasillo de protección que debía

Las imágenes son estremecedoras e, insisto, muchos se preguntaron cómo no hubo muertos (de momento). ¡Un milagro!, simplemente. Niños con cara de miedo, jóvenes asustados, padres tratando de protegerles, sí, pero también, también, ese video, esa toma, esa foto, del padre que le ata unas bengalas a su hijita, bajo la camiseta, para colarlas en el Monumental sin que se las requisen.

Ese país, que pide a sus habitantes que se vayan a otra ciudad porque no puede garantizarles su seguridad; ese país, incapaz de controlar cinco manzanas y ofrecer al mundo un partido seguro; ese país que pretende presentar su candidatura a la Copa del Mundo de fútbol del 2030, es el mismo país que, dentro de cinco días, recibirá a las personalidades más importantes del planeta, que hoy están dudando si acudir o no a esa cita. Yo, desde luego, dudaría.

Las opiniones más sensatas

Como escribió el bueno de Gabriel Batistuta, uno de los grandes, enormes, futbolistas argentinos, “preparado para ver el partido y tengo que vivir, una vez más, delante de mis hijos un espectáculo desagradable. Hasta cuándo. Otra oportunidad más pérdida delante del mundo entero, que nos observa. Vergonzoso. Lamentable”.

“Como las antiguas tribus se sentaban frente al fuego nos sentamos frente al televisor, espejo lo que somos. Asco. Miedo, aún a kilómetros de Núñez. Tremenda derrota la de todos nosotros. La Superfinal es el final de una sociedad inculta y enferma, con sistemas de convivencia heridas de muerte y protocolos de control y seguridad ineficientes”, escribe Daniel Lagare en el diario ‘Clarín’, de Buenos Aires.

“Pasó porque nos ganó el monstruo que llevamos dentro. Pasó porque se impuso el que no entiende nada de nada. Pasó porque así somos. Vivos. Criollos. Argentinos. Y todo nos pasa por eso. Por argentinos”, escribe Francisco Schiavo en el rotativo ‘La Nacion’, de Buenos Aires.

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