Al contrataque

¡Basta ya!

Yo milito en la tribu de las botellas medio llenas, pero algunos políticos no están a la altura de la sociedad

Gabriel Rufián, tras su rifirrafe con Josep Borrell, este miércoles en el Congreso.

Gabriel Rufián, tras su rifirrafe con Josep Borrell, este miércoles en el Congreso. / DAVID CASTRO

Carles Francino

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Llegar a la Puerta de Alcalá y darse de bruces con la iluminación de Navidad es un chute de alegría. Me ocurrió el viernes a la vuelta de un programa de radio en Burgos, donde debatimos sobre la vida y el paso del tiempo; un psiquiatra veterano y brillante, Jesús de la Gándara, nos recordó que la felicidad es como la gastronomía: si no dispones de buenos ingredientes, difícilmente te saldrá un plató presentable. Yo afinaría aún más el símil gastronómico: puedes disponer de un pescado, una carne, unas  verduras, unas setas….de matrícula de honor,  pero como se cuele algo en mal estado a la hora de cocinar lo acaba contaminando todo.

Creo que algo parecido nos está ocurriendo con la dirigencia (no me gusta hablar de clase) política de estos últimos tiempos. Vivimos en un país con unos estándares de bienestar notables, más allá del empobrecimiento rampante que nos ha regalado la crisis. Formamos parte de una sociedad donde a pesar de las dificultades no han cuajado ni el racismo ni la xenofobia a niveles que puedan inquietarnos en exceso. Si la solidaridad se midiera por la potencia de las oenegés, el número de donantes de órganos o el éxito de campañas benéficas, nos hallamos cerca de la matrícula de honor. Se marchan un montón de jóvenes preparados como nunca, es verdad, pero otros muchos que se quedan o que triunfan en el extranjero nos proporcionan frecuentes subidones de autoestima.

Rufían, al Club de la Comedia

La cultura arrastra un maltrato casi secular pero la explosión creativa a todos los niveles (música, poesía, teatro, ficción…) resulta inabarcable. Otro tanto podemos decir de la ciencia, de la educación, de la sanidad….ayudas, pocas; talento y pasión, a puñados. Yo milito en la tribu de las botellas medio llenas. Pero desde hace muchos años, demasiados, una pieza del motor ratea de manera desesperante: la política, o algunos políticos para ser más exactos.

El episodio del escupitajo fantasma en el Congreso (¿por qué no fichan a Rufián en el Club de la Comedia y nos dejamos de tontunas?), o la obsesión enfermiza de Rivera y Casado por ser abanderados de la España eterna y azote de supuestos golpistas (¿tanto les acompleja el discurso de Vox?) son sólo algunos de los últimos ejemplos, pero el desastre es casi general; y viene de largo. Tiene razón Pérez-Reverte cuando clama: “Nosotros les hemos votado, ahora toca disfrutarlos”, pero creo que también tenemos derecho a preguntarles si recuerdan cuál es exactamente su función, porque no lo parece. España –Catalunya incluida- salió del franquismo sin volver a los garrotazos gracias –entre otras cosas- a una generación sobresaliente de políticos. Pero la de ahora nos está metiendo en el basural. ¡Basta ya!