Opinión | Editorial
El machismo mata
La violencia machista es una tragedia estructural que requiere respuestas particulares y la responsabilidad nos interpela a todos
Las calles volverán a llenarse. Diferentes actos públicos recordarán a las que ya no están, mujeres asesinadas por un hombre que dijo amarlas como nadie lo haría. El clamor acompañará a tantas que viven con el miedo pegado a la piel, sintiendo que su vida no les pertenece. Mujeres de todas las edades, clases sociales y acentos.
El día internacional contra la violencia machista se celebra cada 25 de noviembre. Un día para recordar, reivindicar y conjurarse para que cese un horror que dura 365 días del año. Basta con hacer un repaso de algunas de las noticias de los últimos diez días para ser conscientes. El viernes de la semana pasada, una mujer en Palma fue asesinada cinco días después de denunciar por acoso a su expareja. El martes, el rostro de una joven de 25 años fue rociado con ácido por su exnovio. Y el jueves supimos que los jueces de ‘la Manada’ habían saldado con diez meses de cárcel la cuenta de un hombre que intentó asesinar a su expareja delante de sus hijos menores. El cuerpo de una mujer es un bien muy poco preciado para algunos jueces.
La lista de deberes es larga. Es imprescindible redoblar los recursos en la atención de mujeres maltratadas: apoyarlas en la denuncia, desarrollar medidas efectivas de protección, evaluar al agresor para considerar la retirada de la custodia de los hijos o brindar asesoramiento jurídico a la víctima. También es necesario impulsar una justicia libre de prejuicios y estereotipos machistas. Los tribunales deben ser un refugio para las mujeres y no condenarlas a la indefensión. Pero el horror no se detendrá si en las aulas no se trabaja por una sociedad realmente igualitaria, que no perpetúe los roles de género y que transmita unos valores libres de machismo, donde no se alimente la sumisión de las niñas. Muchas de estas medidas están contempladas en el pacto de Estado contra la violencia de género. Su implementación no puede demorarse más.
Pero, al fin, la responsabilidad nos interpela a todos. La violencia machista es una tragedia estructural que requiere respuestas particulares. En infinidad de momentos, en los medios, en las redes o en las conversaciones privadas, cada persona puede elegir entre consolidar las actitudes machistas o frenarlas. Las consecuencias finales del machismo son demasiado graves como para inhibirnos del problema.
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