El Black Friday

Viernes sin compras

Tengo muy claro que la estrategia consiste no tanto en conseguir que compremos como en inocularnos el virus, la necesidad de comprar

Ofertas de Black Friday en un comercio de Barcelona.

Ofertas de Black Friday en un comercio de Barcelona. / periodico

Josep Maria Pou

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Respiro aliviado: se acaba el Black Friday. Y lo he superado. A pesar del bombardeo publicitario, de las voces y brazos que tiraban de mi hacia todas las tiendas, he resistido. No he comprado nada. Cero compras. Por una vez me he enfrentado a mi querido Oscar Wilde para decirle que no, que no es verdad, que en eso se equivoca, que la mejor manera de evitar una tentación no es sucumbir a ella, que basta con decir 'no' y hacer oídos sordos al vocerío. 

Y si no he comprado nada es porque no necesito nada. Al menos, nada que no pueda adquirir cualquier otro día de la semana, mes o año que tengo por delante. Tengo muy claro que la estrategia consiste no tanto en conseguir que compremos como en inocularnos el virus, la necesidad de comprar. “¡Si no compras ese viernes serás expulsado, excluido, estarás fuera del círculo, estarás solo!”. Mentira. Si no compras ese viernes es porque no te da la gana, o porque -previsor- has comprado con antelación, o porque -programador- lo vas a hacer en días venideros. O cuando te apeteca, qué diablos, y no porque te intimide el dedo amenazador del Tío Sam en la famosa imagen. Un Tío Sam que ya no dice “'I need you for the US Army'”. Ahora grita: “¡Compra! ¡Compra! ¡Compra!” . Y yo, por no comprar, no les compro ni el eslogan.

Será por eso que ahora me acuerdo de los que no pueden comprar. No ya de los que no quieren, sino de los que no pueden. Y de los que quieren vender y no les dejan. Como esos libreros de viejo, mis héroes de la pasada semana, que ante la medida tomada por Amazon de eliminar de su oferta algunas de sus librerías, se han unido todos en rebelión (cuatro millones de libros de segunda mano, poca broma) y amenazan con retirar sus fondos si no se revoca la medida. Me gusta imaginar a un inmenso ejército de libros usados, con Alonso Quijano a la cabeza, sacudiéndose el polvo de siglos y retando, de frente y por derecho, al 'molino' Amazon. Una aventura quijotesca. Como la mía con el Black Friday.