Dos miradas

Jugar y jugar

No se pierdan el festival Dau de Barcelona, en el recinto de Fabra i Coats este fin de semana. Y jueguen. Porque sí o para disipar el tedio vital, o por embriagarse del momento

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Josep Maria Fonalleras

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Quim Dorca es un loco de los juegos de mesa y tiene la suerte de trabajar en una empresa de juegos de mesa, lo que debe ser una definición bastante plausible de la felicidad. Además, es un estudioso de la filosofía del juego y marca los límites que lo definen. Dice que no hay una experiencia que se pueda igualar a la presencia física del ganador ante los perdedores. Es decir, quien gana mira a la cara de los contrincantes y se sabe ganador; del mismo modo que los perdedores experimentan este tipo de humillación bélica en presente, sin mediaciones. La cosa es dura, y esto lo afirma alguien -como yo- que tiene tendencia a perder. Pero resulta, y esto también lo dice Dorca, que todo se reduce al ámbito estricto de la partida, un universo exento en el que todo vale y en el que nada vale nada. Un gran castillo de ilusiones que se deshace como polvo una vez se acaba el juego. Hasta que construimos otro.

Este tipo de distracciones cambiaron radicalmente en los años 90 del siglo XX cuando "se minimizó el azar": los dados ya no eran demiurgos sino instrumentos de la estrategia. Con los dados no entendías por qué perdías. O lo entendías demasiado: porque tenías mala suerte. Ahora, la suerte es un dirigible. Escribo todo esto porque este fin de semana vuelve el festival Dau de Barcelona, en el recinto de Fabra i Coats. No se lo pierdan. Y jueguen. Porque sí o para disipar el tedio vital, o por embriagarse del momento. Jueguen.