Análisis

El Viernes Negro

Desde el 2012 se impulsa en nuestro país el Black Friday. Aunque sin seguir al día de Acción de Gracias y tratarse de un viernes laborable habitual. Corta y pega, sin mirar el contexto. Pero lo compramos todo. Esto también

Comercios con carteles del Black Friday en Barcelona, ayer

Comercios con carteles del Black Friday en Barcelona, ayer

Ester Oliveras

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El día de Acción de Gracias es una bella tradición estadounidense que se celebra cada cuarto jueves de noviembre. Son las fechas con mayor tráfico aéreo en el país. La actividad laboral empieza a disminuir el martes y, para muchos, la fiesta se convierte en un puente de cuatro o cinco días, en función de la distancia que se deba viajar. El día de Acción de Gracias, la familia se reúne, ingesta desmesuradas cantidades de pavo y se desploma en el sofá para ver el tradicional partido de fútbol americano. Y se empieza a pensar en la próxima celebración: Navidad. Siendo el día siguiente, para muchos, un puente, es un buen momento para empezar las compras navideñas. Por ello, este viernes se fue consolidando históricamente como un buen día para ir de compras con la familia y, en consecuencia, marcaba el inicio de la campaña de Navidad. Pero no tenía ningún nombre en particular, simplemente era el día después del jueves de Acción de Gracias.

Su nombre actual, Black Friday, tiene atribuidos varios orígenes: el comercio de esclavos,  la dificultad de circular debido a la gran cantidad de peatones y coches que se mueven por las ciudades, y el momento en que las empresas pasan de tener pérdidas –señaladas en números rojos– a tener beneficios –en color negro-. Aunque esta última versión es dudosa, sí que es cierto que entre el 30% y el 40% de las ventas anuales se realizan durante las cuatro semanas que transcurren entre Black Friday y Navidad, y que el Black Friday es el día que más compras se registran de todo el año. Todo está preparado para ello: las tiendas abren muy temprano, a las ocho de la mañana, y cierran dos horas más tarde que en su horario habitual.

Como ejemplo del frenesí que se produce, en el 2008 la aglomeración de consumidores a las puertas de Wal-Mart se saldó con un empleado muerto y diversos heridos. Por todo ello, el Black Friday se ha convertido en un fenómeno estudiado y que algunos sociólogos catalogan como el exponente máximo del consumismo. Se ha constatado que los compradores se informan previamente a través de anuncios y, después, planifican estratégicamente el orden de las tiendas que visitarán. Las compras las suelen realizar mujeres que comparten el día con amigas o familiares.

Hace unos meses que estoy en Nueva York, por lo que estoy viviendo el fenómeno de primera mano. Las luces de Navidad están encendidas desde hace dos semanas y muchos escaparates ya están teñidos de rojo navideño. Solo queda por encender el tradicional árbol de Navidad del Rockefeller Center. Mientras planifico mis compras, ajustando a presupuesto y espacio en las maletas, siento la presión de la macrocampaña de márketing y las múltiples ofertas de centros comerciales, y su éxito en generar ansiedad por no perder alguna gran oportunidad.

En nuestro país, desde el 2012, gracias a la liberación de la actividad comercial en relación a la promoción de ventas, se impulsa también el Black Friday. Aunque sin seguir al día de Acción de Gracias y tratarse de un viernes laborable habitual. Corta y pega, sin mirar el contexto. Pero lo compramos todo. Esto también.