Batalla de la derecha

Por delante y por detrás

No sé qué es peor, si que el PP "controle" el sistema judicial o que Ciudadanos lleve tiempo buscando la complicidad de los cuerpos de la Policía

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Jordi Puntí

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"Controlando la Sala Segunda desde detrás", decía el wasap de Ignacio Cosidó. Casi a la misma hora en que se conocía la "jugada estupenda" del PP para habitar la trastienda del Tribunal Supremo, otro portavoz del partido -Rafael Hernando- recuperaba un tuit de hace siete días. Se veía un vídeo en el que se comparaban las manifestaciones de independentistas catalanes, portando lazos amarillos, con los actos de violencia y las paradas militares del nazismo de Hitler. "La simbología histórica se repite. ¿Qué más tendrá que pasar?", decía Hernando. Era un ejemplo perfecto de la táctica de distracción que practica desde hace años la derecha española. Da igual que ese mismo día en Madrid desfilaran falangistas de brazo alzado, camisa azul y y bandera con pollo.

Lo de utilizar a Catalunya como culpable de todo es un recurso demagógico que da resultados, como se ve en la campaña electoral andaluza, y a ratos parece una competición entre PP o Ciudadanos. De hecho, cuando lleguen las próximas elecciones generales asistiremos sin duda a un festival de acusaciones y miedos. Se intuye que la lucha por el espacio conservador llevará a ambos partidos a flirtear con la ultraderecha, aunque no hay desliz que no pueda tapar un buen ataque a los separatistas y golpistas catalanes.

Está claro, por otra parte, que la batalla subterránea entre ambos partidos tendrá sus propios juegos de poder inconfesables. Mientras el PP, como hemos visto, "controla" la cúpula del sistema judicial por delante y por detrás, en Ciudadanos llevan tiempo buscando la complicidad de los cuerpos de la Policía. No sé qué es peor. Les hemos visto apoyándoles en manifestaciones, reivindicando su trabajo ejemplar en el 1-O y montando un mitin en Alsasua Alsasuaque era una fiesta del cinismo para deleite de la Guardia Civil. Hace tiempo que en España lo de la separación de poderes suena a chiste de Arévalo, pero aún sorprende la docilidad con la que muchos colectivos de magistrados y policías españoles aceptan que los partidos políticos les utilicen como escudos. Ya se sabe que lo que ocurre en Catalunya es muy gordo.