'Efecto Bolsonaro'

Una marea reaccionaria

El ascenso fulgurante de Bolsonaro en Brasil está contagiando a toda la región

El presidente electo Jair Bolsonaro en un encuentro del Tribunal Superior del Trabajo en Brasilia

El presidente electo Jair Bolsonaro en un encuentro del Tribunal Superior del Trabajo en Brasilia / periodico

RAFAEL VILASANJUAN

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Aseguraba Walter Benjamin que detrás de cada fascismo hay una revolución fallida. Esa idea hoy está más vigente que nunca con el ascenso de Jair Bolsonaro en Brasil y la potencial expansión entre sus países vecinos. Aunque los gestos en el discurso del nuevo icono de la ultraderecha son típicos del fascismo, no podemos asegurar todavía que sus acciones lo sean, al menos hasta que sea investido. Pero su ascenso fulgurante ya ha contagiado a toda la ultraderecha en la región, con nombres hasta ahora marginales en la agenda política que empiezan a intuir como él la posibilidad de llegar al poder.

El problema es que estos nuevos líderes de la derecha latinoamericana ya no son liberales sino reaccionarios y miran con nostalgia a los regímenes militares de la guerra fría. No tienen nada que ver con la derecha que gobierna en Chile con Sebastián Piñera, en Argentina con Mauricio Macri o en Colombia con Iván Duque. Ninguno de estos tres comparte ni el discurso ni el acento de Bolsonaro. No es una cuestión de forma. Ninguno de ellos mira tampoco con nostalgia las dictaduras militares del siglo pasado, ni reniegan de las transiciones democráticas que les siguieron. Bolsonaro sí, y el riesgo es que empiece a tener un efecto contagio por toda la región.

Onda expansiva

Brasil es la mayor democracia de América Latina y la onda expansiva no ha tardado en llegar a los países vecinos, abarcando a todo el continente con nombres, la mayoría de ellos desconocidos todavía, que empiezan a sonar en el debate político. Edgardo Norik en Uruguay, Alfredo Olmedo en Argentina, Norma Piérola en Bolivia o José Antonio Kast en Chile son algunos de los que se reclaman seguidores de Bolsonaro y defensores de un programa que comparte todo lo esencial: el odio a la ideología de género como destructora de los valores de la familia, la homofobia, la pena de muerte, la construcción de la patria por encima de los valores democráticos o las acusaciones de corrupción a gobiernos y partidos que ellos vienen a corregir. No importa la veracidad de sus afirmaciones, lo que importa es que logran imponer su mensaje.

En su ascenso cuentan con dos herramientas muy potentes: las redes sociales y el movimiento evangélico del que muchos de ellos como Bolsonaro se han hecho fieles. La expansión de religiones ultraconservadoras desde los legionarios de Cristo en México a los evangélicos argentinos es su principal forma de penetración entre las clases más bajas de la sociedad. Cuando Jair Bolsonaro tome el poder el próximo 1 de enero empezaremos a ver si todos estos apóstoles de la ultraderecha acaban convirtiendo el mapa del continente en gobiernos antidemocráticos sin necesidad de golpes.

La clave está en saber si Bolsonaro acabará sintonizando con el populismo de Donald Trump. Si es así en Latinoamérica el ascenso puede ser imparable, porque ya están preparados. Pero viendo a algunos de los dirigentes que tenemos más cerca la cuestión es si no está pasando lo mismo en el resto del mundo.