ANÁLISIS

Somos contradictorios

La derrota ante el Betis no fue ninguna tragedia, pero afloró las limitaciones de un Barça que se está construyendo demasiado lentamente

Ter Stegen se lamenta de su error en el 1-3 del Betis en el Camp Nou.

Ter Stegen se lamenta de su error en el 1-3 del Betis en el Camp Nou. / periodico

Antonio Bigatá

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La tarde que el Betis mató al Barça en el Camp Nou supimos que un equipo puede ir líder y jugar habitualmente buenos partidos, como el que desplegó en campo del Inter, pero que ni siquiera así deja de estar siempre al borde del abismo. El fútbol de altísima competición es una eterna espada de Damocles. Con todo, un partido así en el campeonato de Liga hace daño pero puede acabar no siendo trascendente, mientras una tarde como aquella en una eliminatoria decisiva de la Champions rompe todo un año (hay antecedentes muy próximos) y convierte el resto de la temporada en una amarga discusión sobre si ganar la Liga y la Copa pueden compensar la frustración de volver a no ser los mejores.

El Betis vino en Liga -menos mal- repartió su cicuta y regresó a Sevilla dejando al barcelonismo completamente descolocado. Hubo una mala coincidencia: fue el mismo fin de semana en que  Pep Guardiola ofreció el gran contraste. No solo se zampó con sencilla facilidad y un fútbol superior al Manchester United de Mourinho sino que convenció a todo el mundo de que en 90 minutos el City había ganado un poco más de regularidad, versatilidad y consistencia en la construcción de su proyecto de equipo. Aquí en esos mismos 90 minutos se nos descosió casi  todo. Valverde daba un poco de pena:  tenía únicamente dos manos para tapar media docena de vías de agua mientras Quique Setién, un puñetero cruyfista, humillaba a domicilio a toda la soberbia blaugrana.

Malhumor en la grada

Todas las contradicciones del Barcelona quedaron de manifiesto a la vez. Nuestros buenos jugadores este año no son eficientes porque se han convertido en seres esencialmente discontinuos; asustaba a la grada la frescura propia perdida posiblemente por el cansancio que provoca el paulatino crecimiento de la media de edad; crujía un esquema que depende de la drogodependencia de Messi, Piqué y Busquets ahora que los dos últimos luchan como siempre pero han perdido el estado de gracia como nunca. Mientras, Messi se enfrenta a la actual etapa de su vida más volcado que nunca en desplegar sabiduría y belleza , pero rodeado de una sensación cada vez más espesa y corrosiva de que durante toda la eternidad lamentaremos no haber aprovechado mejor en resultados su estancia entre nosotros.

Las contradicciones se multiplican cuando a todo lo anterior se le suma un malhumor difuso de la grada que a veces quiere 'jogo bonito', a veces se atreve a cerrar los ojos si lo que hay es 'jogo' victorioso, pero siempre defiende la bandera del 'jogo' tradicional, pero sin aclararse. La grada del Camp Nou es muy sensual y a ella le gustaba muchísimo como le hacía el amor de forma canalla Neymar, pero, secreto de alcoba, siempre le miró por encima del hombro y siempre  puso cara de que deseaba relaciones estables más convencionales y conservadoras que las que le ofrecía el brasileño.

Ahora que no lo tiene, ahora que los días que ha faltado Messi ha tenido tiene que aplaudir a un 'pichafreda' llamado Coutinho o al honrado dependiente trabajador de grandes almacenes que se esconde en el corazón de Luis Suárez, esa grada hace todo tipo de esfuerzos para superar su nostalgia de la etapa con grandes aventuras aunque sabe que nunca conseguirá olvidar. ¡Es terrible este Barça que tiene siempre a la afición mirando hacia atrás!

Un gran aviso

Este año puede pasar cualquier cosa, pero las cartas están echadas, las tendencias son las que son, y las cosas apuntan más bien a que el barcelonismo acabará viviendo otro año de transición. Eso duele porque en paralelo se multiplican las posibilidades de que el City sí que vaya a conseguir por fin su objetivo del doblete mágico y pluscuamperfecto utilizando las armas que eran nuestras.

Se fue el Betis, no pasó nada más, no fue ninguna tragedia horrible. Pero salieron a flote las limitaciones de un buen equipo que se está construyendo quizá demasiado lentamente y donde el ensamblaje de las piezas es mucho más rudimentario y voluntarista de lo que se sospechaba. Hay temporada por delante y aquello fue únicamente un gran aviso. Aquella tarde que el Betis mató al Barça quedó claro que hay equipos que juegan mejor nuestras propias bazas. Y quedó claro que el City, desde la distancia, nos está haciendo mucho daño.