Política y justicia
Un poder judicial para la democracia
La independencia de la justicia es un valor que los totalitarios deben negar a sus adversarios naturales, los jueces
Nicolás González-Cuéllar Serrano
Catedrático de Derecho Procesal
Nicolás González-Cuéllar Serrano
Los políticos que convocan manifestaciones contra sentencias judiciales demuestran un espíritu antidemocrático de insondable profundidad. Por supuesto, la justicia se administra en público para que pueda ser sometida a crítica. El debate sobre dichas resoluciones no solo es lícito, sino que resulta necesario, pues ningún poder del Estado debe quedar exento del más estricto escrutinio de la ciudadanía. Pero una cosa es el debate por ácido que sea y otra bien distinta la propuesta de sustitución del criterio de los jueces por el sano sentimiento del pueblo interpretado por un líder investido del poder taumatúrgico para expresarlo. Se trata de un camino ya transitado por el nazismo, que conduce a la destrucción del Estado de Derecho y a la supresión de la libertad.
Toda España ha asistido a una enloquecida carrera, basada en la demagogia, la ignorancia y la mala fe, destinada a desprestigiar el poder judicial
Con la sentencia de 'La manada' de la Audiencia de Pamplona primero y con la identificación del sujeto pasivo del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados en los préstamos hipotecarios por el Tribunal SupremoImpuesto de Actos Jurídicos Documentadospréstamos hipotecarios después, toda España ha asistido a una enloquecida carrera, basada en la demagogia, la ignorancia y la mala fe, destinada a desprestigiar el poder judicial. Así, los idólatras de pasados míticos y los profetas de catástrofes milenaristas se presentan como campeones de los derechos de las mujeres y de los consumidores que, galopando sobre briosos corceles lanza en ristre, abaten siniestros fantasmas revestidos de togas negras, machistas y capitalistas, claro, los cuales se expresan en una incomprensible jerga que los próceres y emancipadores del pueblo detestan ('lex', 'iustitia', 'pax' y otros vocablos similares)
Un otoño eterno del patriarca
Ello, en realidad, se produce porque el poder judicial es molesto para el poder político. Quien tiene o ansía acariciar pronto la hegemonía en los poderes legislativo y ejecutivo, el que sostiene en la palma de su mano, o aspira a sujetar, la canica del poder, desea emplear a los jueces a su servicio, como lacayos, pues casi todo gobernante termina soñando con un otoño eterno del patriarca en el que pueda ponerse por montera la Constitución y las leyes cuando le plazca. Para conseguirlo se precisa humillar, doblegar y, si no es posible, purgar a los jueces, para que los tribunales se plieguen a los deseos del líder.
La independencia judicial es un valor que, evidentemente, los totalitarios deben negar a sus adversarios naturales, los jueces. Con tanto descaro como reiteración, la propaganda ha de socavar el más sagrado pilar de legitimación de la actividad jurisdiccional. Pese a que el poder judicial español es, con mucho, el que disfruta de mayores competencias de autogobierno, garantías de transparencia y neutralidad frente al poder político en el mundo, la ciudadanía es machacada todos los días con el falso mensaje contrario.
Pulso siempre inacabado y errores humanos
Es verdad que la lucha por la independencia es siempre inacabada, pues el poder político tiende permanentemente al abuso y resulta cierto también que en la justicia no siempre las formas han sido las adecuadas y que se han producido errores de gestión que coadyuvan a la estrategia de la deslegitimación de la magistratura. Pero los jueces no son máquinas. Son humanos y se equivocan. Por suerte, porque si no fuera de tal modo, si la inteligencia artificial basada en algoritmos ocultos decidiera la solución de los conflictos, el Estado se tornaría en 'Matrix' y la dictadura avanzaría a través del silicio.
En los últimos días los medios de comunicación y las redes sociales han difundido ora sinceras ora farisaicas rasgaduras de vestiduras por el anuncio de que Manuel Marchena será designado Presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo. Desde hace algún tiempo el actual Presidente de la Sala de lo Penal del alto Tribunal venía ya siendo objeto de una infame campaña para tratar de menoscabar su independencia en el juicio del 'procés'. Ahora, al margen de la valoración estética del momento de difusión de la noticia, circunstancia ajena a la persona concernida, debe reconocerse a Manuel Marchena su extraordinaria valía humana, su brillante trayectoria académica y su gran trabajo en la fiscalía y en la judicatura en favor de la Constitución, la ley y la libertad. Como él, todos lo jueces y fiscales merecen nuestro agradecimiento, porque sin ellos los políticos, tarde o temprano, conseguirían esclavizarnos. Es la razón por la que los populistas quieren que los ciudadanos estemos en su contra. Para poder hacer su voluntad sin control.
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