Análisis

Regulación del cannabis para acabar con el tráfico

Hay que afrontar la realidad y legislar el consumo de la marihuana en función de lo que sucede, no de una realidad virtual

Un fumador consume cannabis en el interior del Club La Maca, en Barcelona.

Un fumador consume cannabis en el interior del Club La Maca, en Barcelona. / CARLOS MONTAÑÉS

Gemma Altell

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Hace años que convivimos con la polémica acerca de la legalización del uso recreativo del cannabislegalización del uso recreativo del cannabis. La evidencia histórica nos muestra que las prohibiciones de cualquier tipo –y especialmente en el ámbito del consumo de alcohol y otras drogas- solo nos han llevado a la invisibilización del fenómeno, pero nunca a su desaparición. Si partimos de la premisa que el consumo recreativo de cannabis existe y seguirá existiendo, al Estado le corresponde asegurar los derechos de la ciudadanía en cuanto a su salud y desplegar medidas que reduzcan la criminalidad asociada a ese consumo.

Hablando en términos de salud pública, la regulación asegura conocer el fenómeno con mayor profundidad y poder aplicar las medidas correspondientes. El acceso directo a los establecimientos donde se consume nos da la oportunidad de monitorizar el mismo y permite informar de forma adecuada para un consumo de menor riesgo, identificar cuáles  son las necesidades de atención de aquellas personas que están teniendo problemas derivados de su consumo, diseñar campañas preventivas específicas para algunos grupos poblacionales que pueden tener condiciones de mayor vulnerabilidad, etcétera. A día de hoy, gran parte de esta información sobre el consumo -y los potenciales problemas de adicción o salud mental de una pequeña parte de las personas consumidoras- está oculto al sistema y dificulta la acción y, por consiguiente, la garantía de derechos para la población consumidora.

Negocio asociado a la marginalidad y a la violencia

En otro orden de cosas pero de nuevo desde una perspectiva de salud pública, la regulación permite controlar la producción del producto,controlar la producción del producto conocer la variantes más nocivas, neutralizarlas e informar al sector consumidor de su existencia y de los riesgos que entraña su consumo; evitando así algunos problemas graves que hemos vivido en la historia de nuestro país en relación a la adulteración de drogas, por ejemplo.

Por último, pero sin duda muy relevante, la regulación facilita acabar con el tráfico ilegal de cannabis. La de cannabis es la mayor red internacional de tráfico de drogas. El grueso de los problemas derivados del consumo de drogas lo son por su estatus ilegal, por los problemas de criminalidad asociados. Con la regulación tenemos la oportunidad de acabar con esa hipocresía de los países que dedican cantidades ingentes de dinero a garantizar la seguridad ante las redes de tráfico y por otro lado permiten que se produzca sosteniendo un negocio que, por no ser transparente y regulado, lleva asociado marginalidad, violencia, insalubridad, etcétera. Cuando personas detractoras hablan del enriquecimiento de empresas por la regulación habría que recordar que este enriquecimiento ya se está produciendo sin ningún control, costando incluso las vidas de las personas que están en la situación más precaria de la cadena del tráfico ilegal.

Miremos de frente a la realidad y legislemos en función de lo que sucede. No de una realidad virtual.