Maratones de filosofía

Fuera de horas

Tiene que perdurar esto de los maratones filosóficos, igual que tienen que perdurar las clases de filosofía en la universidad

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Isabel Sucunza

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Todos los años, la gente de la universidad que organiza el festival Barcelona Pensa incluye en el programa una sesión maratoniana de charlas sobre diferentes conceptos y filósofos. Empiezan un día por la tarde y acaban 24 horas o más después. Cuentan con la librería donde trabajo para hacer uno de los actos de madrugada: ya van dos años seguidos que les hemos acogido entre las seis y las nueve de la mañana; las dos veces han acabado con las existencias de café y ninguna silla se ha quedado libre.

Es curiosa la querencia de la gente por la conversación cultural fuera de horas. Es motivador saber que cuando un tema te atrapa, no hay reloj que acierte en la medida del tiempo que pasa mientras se discute, y menos si es de noche. Podría compararse este gusto con otras pocas cosas, cosas que siempre suelen ir acompañadas por algún “producto” cultural: cuántas veces no nos habremos quedado a bailar hasta que se ha hecho de día, leyendo hasta las tantas de la noche o mirando series o pelis hasta que hemos perdido la noción del tiempo. Disculpadme si ahora sueno cursi pero estoy convencida de que eso solo nos pasa bien cuando hay cultura o bien cuando hay amor de por medio, cosas las dos, encima, que no son excluyentes; cosas las dos que vete a saber si no serán la misma también.

La emoción de la noche

Tiene además un aire de prohibido hacer todo esto de noche que le da como más emoción. No suena igual el escritor Sebastià Portell (por decir uno de los ponentes que pasó el miércoles por la librería) anunciando una tarde que ha venido a hablar de Maria Aurèlia Capmany que anunciando lo mismo antes de las siete de la mañana, quando fuera todavía no hay luz. Es a esta deshora cuando, al decir “Capmany”, uno ya piensa en cosa complicada de vivir al mismo tiempo que intelectualmente hiperexcitante. De noche, el pensamiento que vale la pena se ve desde un prisma diferente, igual que se baila distinto un “agarrao” a las dos de la madrugada que uno al mediodía, en la plaza del pueblo, un día de fiesta mayor.

Tiene que perdurar esto de los maratones filosóficos, igual que tienen que perdurar las clases de filosofía en la universidad.