ANÁLISIS

Un tutor para el adolescente

Dembélé en el partido que jugó con la selección francesa ante Islandia.

Dembélé en el partido que jugó con la selección francesa ante Islandia. / periodico

Mónica Marchante

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Si hubiera puesto un circo esta semana, a Dembélé le habrían crecido los enanos. Lo único que le faltaba al francés era que se hiciera pública, justo ahora, la denuncia de su casero alemán por dejar su casa hecha una pocilga. Han sido tantos tirones de orejas, tantas advertencias y tantas regañinas públicas cual adolescente que ya hasta produce cierto sentimiento de compasión el extremo francés.

El patrón de Ousmane se reproduce en el fútbol mucho más de lo que trasciende. Joven, millonario y campeón del mundo jugando en uno de los mejores clubes del planeta, alejado de la familia, sin bagaje educativo alguno ni formación. El mundo a los pies de un cuerpo cuya cabeza no tiene capacidad para asimilar lo que le está ocurriendo en un plazo relativamente corto de tiempo. Y mucho menos para darse cuenta de que puede perder la gran oportunidad de su vida.

Sin embargo, sorprenden varias cosas en el 'caso Dembélé'. Lo primero,  que nadie de su entorno sea capaz de hacerle ver un año y medio después de que el Barça hiciera una inversión record en tiempo y cantidad (rondando los 140 millones de euros) que la paciencia del club no será infinita, y que debe corregir un estilo de vida poco o nada apropiado para triunfar a este nivel.

Lo segundo es que el club no tuviera informes antes de ficharlo respecto a su vida poco ordenada. ¿O es que los tenía pero no hizo caso?

Y lo tercero, que no creo en las casualidades. Y parece que en 10 días ha pasado todo. Y a la vez. Los palos han llegado desde el vestuario, desde Francia y ahora desde Alemania...

El séquito de las estrellas

En unos días la imagen del futbolista se ha devaluado significativamente. No parece buena táctica para buscar una salida al jugador, que tiene ahora un cartel de “sospechoso” difícil de limpiar. Hasta Piqué, el futbolista más ocupado del planeta, le ha recordado que “el fútbol son 24 horas “ y que no se trata solo de “hacerlo, sino también de aparentarlo”.

Sorprende que en un mundo tan extremadamente profesionalizado como es el del fútbol de alto nivel no se encuentren vías para reconducir situaciones como estas sin que se enquisten y acaben convirtiéndose en un problema y trascendiendo públicamente.

Nos hemos acostumbrado a ver a jóvenes estrellas rodeadas de 'toiss' con cabeza de adolescentes. Viviendo vidas desordenadas y ajenos a la responsabilidad que han adquirido desde el momento en el que un club hace una inversión descomunal en ellos. ¿Por qué no exigir en esos contratos millonarios la presencia de un mentor, o una figura que guíe a estos jóvenes con alto riesgo de descarrilamiento? ¿No tiene capacidad un club como el Barça de buscar un entorno más favorable para tutelar a su promesa de estrella?

No imagino a Dembélé llegando tarde a un partido en un vestuario con Xavi, Iniesta y Puyol. Quizás nunca hubiera sucedido. Solo sucedió con Ronaldinho, pero su fútbol era de otro planeta.