IDEAS

Trabajos de mierda

El escritor  británico David Mitchell.

El escritor británico David Mitchell. / periodico

Miqui Otero

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Hay una trampa en una de las preguntas que más se le hace a un niño: '¿Tú qué quieres ser de mayor?' Ellos suelen responder con su vocación: astronauta, karateka, piloto de aeroplanos, jardinero, sirena, emperador romano. Esa misma pregunta, se reformula cuando se dirige a un adulto: '¿Y tú de qué trabajas?'

Uno no es aquello de lo que trabaja. Solo los ricos, o los afortunados o los insensatos, se identifican totalmente con su trabajo. Un tornero fresador, o un taxista, son mucho más que un tornero fresador o un taxista: son padres o no, progresistas o reaccionarios, fans de la boloñesa o de la carbonara, bondadosos o tóxicos.

En el ensayo 'Trabajos de mierda', recientemente editado por Ariel, David Graeber cita una encuesta que preguntaba a los británicos si creían que su trabajo era necesario para su sociedad: un 37 % dijo que no. Los trabajos de mierda no son, según el autor, esos que los clasistas consideran basura y que son más necesarios que los que ellos hacen. Escribe: “Un mundo sin profesores y estibadores no tardaría en estar en apuros, e incluso uno sin escritores de ciencia ficción o músicos de ska sería un mundo peor. Pero no está claro de qué forma sufriría la humanidad si se desvaneciesen los gestores financieros, los grupos de presión, los investigadores de relaciones públicas”. Es decir, habla de trabajos incluso con prestigio social, pero difíciles de plasmar en un formulario e inútiles en caso de reconstrucción del planeta tras debacle nuclear.

En la novela 'Siempre el mismo día', de David Mitchell, algunos jóvenes trabajan en un restaurante mexicano. “¿Cuál es tu guion?”, pregunta uno. Con ello se refiere a que algunos tienen veleidades artísticas que sufragan con ese trabajo alimenticio. Son camarero-músico, camarero-actriz, camarero-escritor. Jack London cazó ballenas, Baroja amasó panes y Burroughs exterminó insectos. Todo el que escribe ha tenido su "guion": en mi caso, encuestador del Barça, vendedor de Canal +, esmirriado chico de mudanzas. Y creo que es necesario haber tenido otros trabajos para escribir. Como lo es ser consciente de la enorme diferencia entre un trabajo de mierda y un curro precario. Lo malo, en tiempos de riders y co-livings y demás reformulaciones neoneoliberales, es cuando los que te dan un trabajo de mierda creen que, cambiándole el nombre, te están brindando un empleo de oro.