Análisis

El robot Theresa May

Son meritorios sus esfuerzos por llevar la partida al terreno del posibilismo. La 'premier' está haciendo política en tiempos de la antipolítica

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Josep Martí Blanch

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'I’m a bot' ('Soy un robot') es un libro de John Crace, cronista parlamentario satírico de 'The Guardian', que recoge una selección de textos de este periodista en el que la primera ministra británica es retratada como un político robot, entre otras cosas, por su falta de empatía. Pues bien, cuidado con los robots y su falta de empatía. A veces son indestructibles.

Theresa May sigue adelante contra viento y marea. Milagrosamente, sigue sorbiendo y soplando al mismo tiempo. Algo solo al alcance de personas con talento político, por mucho que se la quiera caricaturizar, ningunear o incluso menospreciar.

El primer gran escollo de su acuerdo con la UE era conseguir el apoyo del Gobierno que ella lidera. Queda por saber cuántos y quiénes dimitirán, pero May tiene finalmente vía libre de su EjecutivoMay tiene finalmente vía libre para seguir adelante y enfrentarse a los gigantes que la esperan a la vuelta de la esquina. El principal, la votación en el Parlamento británico una vez el acuerdo entre la UE y el Reino Unido sea formalizado.

Un ejercicio de realismo y posibilismo

El pacto presentado por la 'premier' no complace a nadie del todo, aunque ella dice estar convencida de sus bondades tanto racional como emocionalmente. Puede que tenga razón. Hay concesiones por parte británica y las hay también por parte de la UE. Es un 'brexit', pero menos. Es un ejercicio de realismo y posibilismo. Quizá sea la mejor solución para una sociedad como la británica, claramente divida sobre este asunto, pero sobre la que conviene recordar dos cosas que a veces se olvidan en el continente. La primera, votaron y ganaron los que querían irse de la UE. La segunda, los más entusiastas europeístas británicos serían tildados de euroescépticos en muchos países de la UE, por ejemplo, España.

Los británicos se irán, pero no del todo si finalmente el acuerdo obtiene el visto bueno del Parlamento. Pueden tumbarlo los intereses de la política doméstica, pero no el sentido común. Si el acuerdo va a la papelera será por las ganas de los propios 'tories' de cargarse a su líder o por la lógica ambición de los laboristas laboristasde seguir vapuleando el hígado de su adversario bajo la implacable lógica que acompaña siempre a la oposición.

May no ha llegado a la metaTiene aún curvas peligrosas por delante. Pero llegar viva a los últimos minutos del partido es ya de por sí meritorio y quizá este era el único escenario posible dada la complejidad de lo que tenía y tiene entre manos. Máxime cuando ni la tecnocracia británica ni ella misma han considerado jamás el 'brexit' como algo positivo para el Reino Unido.

El acuerdo al que ha dado luz verde el Ejecutivo británico es el único posible precisamente porque no satisface completamente a nadie. En tiempos de blanco y negro, May intenta colarse por las estrechas rendijas del matiz y del realismo. Es decir, hace política. Todos la vapulean, todos lo harían mejor, todos la ridiculizan y menosprecian. Y, aun así, sus esfuerzos por llevar la partida al terreno del posibilismo son ciertamente meritorios. May está haciendo política en tiempos de la antipolítica.