LA CLAVE
Los dementes y la política
Abundan los ataques desmesurados que siembran el odio, deshumanizan al rival y espolean a los fanáticos. Hasta que tengamos que lamentar una desgracia
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
No se precisan muchos exámenes psiquiátricos para concluir que un tipo que acumula un verdadero arsenal en su casa y pide ayuda por Whatsapp para liquidar al presidente del Gobierno no está en sus cabales. El nostálgico del franquismo detenido en Terrassafranquismo por fantasear con el asesinato de Pedro Sánchez quizá no tuviera capacidad de hacerlo, y de haberlo intentado solo él hubiera sido responsable de sus actos. Pero ello no obsta para que nos planteemos hasta qué punto el encanallamiento de la vida pública está suministrando munición argumental a algunos desequilibrados.
Cesar Altieri Sayoc, arrestado en Florida como sospechoso del envío de varios paquetes bomba a líderes demócratas y medios liberales, era un enajenado ultraderechista, antisemita, homófobo, racista, partidario del Ku Klux Klan y fanático de Donald Trump. Su mente enferma era terreno abonado para que el odio espoleara sus instintos criminales. Solo faltaba que Trump, con los discursos incendiarios contra contra sus rivales, encendiera la mecha.
El señalamiento público de los "enemigos del pueblo" --rivales políticos, jueces, fiscales, periodistas no sumisos, etnias o religiones...-- no se lo ha inventado el líder de EEUU; es tan viejo como el fascismo. Pero cuando el hombre más poderoso del mundo convierte la dialéctica política en una reyerta amenazante, es fácil que cunda el ejemplo.
De un tiempo a esta parte, el uso del odio como arma política es una moneda demasiado común en Europa, en España y también en Catalunya. Como todo vale para derrocar al adversario, se le puede acusar de "traicionar a los muertos" por hablar con ETA, de "romper España" por dialogar con el independentismo o de ser "cómplice la represión" por no liberar a los políticos presos ni manosear la justicia.
Basura política
Hipérboles de tal magnitud deshumanizan al rival, y nadie puede garantizar que el 100% de los receptores del mensaje sean capaces de descifrarlo como lo que es: basura política. Basta con que un demente se lo tome al pie de la letra para que un día tengamos que lamentar una desgracia. Los políticos y sus pregoneros deberían tenerlo muy en cuenta.
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