IDEAS

Michael Caine es abuelo de Rosalía

Rosalía, durante la actuación en la 25ª edición de los Europe Music Awards (EMAs) de la MTV, que se han celebrado en Bilbao el 4 de noviembre del 2018

Rosalía, durante la actuación en la 25ª edición de los Europe Music Awards (EMAs) de la MTV, que se han celebrado en Bilbao el 4 de noviembre del 2018 / periodico

Miqui Otero

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Dijo una vez el novelista Anthony Burgess que "la juventud se considera a sí misma sabia del mismo modo que un borracho piensa que está sobrio". O que controla.

Burgess no era adolescente cuando afirmó eso, aunque seguro que pensaba que tenía más razón que una talla de santo. Lo bueno de los adolescentes es que les suele dar bastante igual que sus mayores les den la razón. Lo mejor es que será a ellos a quien el tiempo se la dé cuando los que se la quitaban agonicen. Lo único malo es que cuando sean ellos mayores ya no serán adolescentes. Y, por tanto, pensarán que los adolescentes del futuro no tienen razón.

Es más disculpable un adolescente que cree que no envejecerá, que un viejo que no recuerda que fue adolescente

El otro día me escapé a ver en el festival In-Edit el documental My generation. Narrado por Michael Caine, relata la explosión colorista del Swinging London en los 60, cuando, por primera vez, esa extraña clase social llamada adolescencia, surgida de los cascotes de la segunda guerra mundial, desafió un sistema de clases más rígido y almidonado que el cuello de la camisa de un banquero de la City. La alta burguesía, incluso la nobleza, vio cómo una nueva aristocracia pop, a menudo compuesta por músicos o modelos o actores de clase obrera, les robaba titulares y destellos.

Caine, que es mi abuelo aunque él no lo sepa (lo decidí a los 15 años cuando vi 'Alfie'), explica que su padre era pescadero. Él decidió dedicarse a otra cosa, para alarma familiar, porque no le gustaba el olor a pescado. Mi padre se adelantó una generación, cuando le dijo a mi abuelo albañil y a mi abuela campesina que él sería "mecánico de los que no se ensucian" (lo hizo con la vista puesta en el dueño de la única empresa grande de la región, que vivía justo delante). Yo me dedico a escribir y mis manos solo se manchan de rotulador Pilot.

Los adolescentes suelen tener razón porque suyo es el futuro que se la dará. Eso lo sabemos incluso gracias a 'Teenage. La invención de la juventud' 1875-1945, el libro de Jon Savage que aborda la adolescencia de épocas previas al rock and roll y que por fin una editorial (Desperta Ferro) ha tenido la valentía de traducir al castellano. Se pueden equivocar en los detalles, pero no en lo fundamental de su relato. Casi todo aquello que los adultos de los 60 consideraban alarmante está normalizado ahora. Hasta los concejales del PP se dejan crecer melenita.

Todo esto vale para los primeros adolescentes y para los actuales 'millennials'. Cuando pasa el tiempo, el sesudo análisis sociológico se ve, en retrospectiva, como mera envidia. Deberíamos recordarlo todos. Como cuando alguien critica el márketing de Rosalía, pero no se extraña de las canciones de Dylan en anuncios de bancos. Es más disculpable un adolescente que cree que no envejecerá, que un viejo que no recuerda que fue adolescente. El adolescente no es un proyecto de adulto. El adulto es lo que queda del adolescente. O, mejor: la rutina del adulto es lo que queda de la pasión adolescente.