Al contrataque

La teoría Coixet

Si tras el 23-F el Rey pidió mesura, ¿por qué ahora se compite por ver quién le da más fuerte a los protagonistas de un desbordamiento de la ley exclusivamente político?

Carles Puigdemont interviene a través de videoconferencia en el acto de presentación del Consell per la República, en el Palau de la Generalitat.

Carles Puigdemont interviene a través de videoconferencia en el acto de presentación del Consell per la República, en el Palau de la Generalitat. / ELISENDA PONS

Carles Francino

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Isabel Coixet me dijo una vez cuando le pregunté si era capaz de explicar todo el lío del 'procés', que “igual es que le habían echado algo al agua”. Estos días me han venido sus palabras a la cabeza contemplando, por ejemplo, la última ocurrencia pilotada por Puigdemont desde su refugio -me niego a llamarlo exilio- en Waterloo. El trompeteado Consell per la República, su puesta en escena y la normalidad con la que los medios lo narramos, creo que suma puntos a la teoría del agua.

Mantengo un profundo respeto por los dos millones de personas que votaron independencia, me he rebotado desde el principio contra los defensores de la teoría del golpe de Estado y deploro -lo diré en público tantas veces como sea necesario- el encarcelamiento preventivo de líderes políticos. Pero nada de esto resta gravedad a lo que los dirigentes independentistas trataron de imponer en Catalunya; sí, imponer. Ni tampoco otorga legitimidad a los resultados del 1-O, que por mucho que se empeñen no fue un referéndum. Otra cosa es la brutalidad policial exhibida por un Gobierno español noqueado e incapaz, que recibió una severa y merecida condena internacional. Pero no se puede convertir el valor de los golpes recibidos en salvoconducto para un proceso político desastroso.

Aunque hay otras cosas que también me alucinan. Ahora que se aproxima el 20-N seguro que habrá abundante munición para quienes se empeñan en presentar a España como un régimen antidemocrático. Pero no hace falta que sobreactúen; solo que se atengan a la verdad. Toni Martínez nos propuso el otro día en 'Todo por la radio' recuperar el discurso que el rey Juan Carlos dirigió a todos los partidos tres días después del 23-F: “Sería muy poco aconsejable una abierta y dura reacción de las fuerzas políticas contra los que cometieron actos de subversión. Invito a todos a la reflexión y a la reconsideración de posiciones que conduzcan a la mayor unidad y concordia de España y los españoles”. Son párrafos textuales de su intervención. Y claro, la pregunta es muy obvia: si después de que unos tíos entren pegando tiros en el Congreso, el jefe del Estado apela a la meditación y a la mesura para resolver un problema de convivencia, ¿por qué ahora se ha organizado una especie de competición a ver quién le da más fuerte a los que han protagonizado un desbordamiento de la ley... pero exclusivamente político? Con un dato añadido: Tejero se presentó a las elecciones y sacó menos de 30.000 votos. Los partidos independentistas mantienen el listón en los 2 millones. ¿Templanza frente a unos miles, garrotazo para dos millones? Algo no cuadra. Isabel Coixet se quedó corta: no es solo el agua.