Al contrataque

Estaban friendo a Colau

Los soberanistas han descubierto que la alcaldesa puede ser el mal menor que impida que Manuel Valls la sustituya y el unionismo la valora como posible dique contra el independentismo radical

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Antonio Franco

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Creo que fueron unos 700 mossos. El lunes pasado desmantelaron en el Raval 40 narcopisos, locales para el tráfico ilegal y consumo urgente de drogas. Fue uno de los mayores despliegues contra la delincuencia vistos en la ciudad. Ada Colau no torpedeó la operación, ni se adelantó para avisar personalmente puerta a puerta de que iban a llegar los agentes, ni zancadilleó los registros y las detenciones. En realidad hizo lo contrario: agradeció públicamente la actuación, aunque lamentase que se hubiese tardado tanto en hacerla.

Su gesto debió ser muy decepcionante para quienes llevan tanto tiempo trabajando primorosamente para fijar en la cabeza de los barceloneses la ecuación Colau igual a inseguridad. Pero nadie desfallece: enseguida empezó a circular el mensaje reventador de que esto es un guante de goma y si aprietas en el Raval inmediatamente se ensancha el problema en La Mina (el consiguiente "¿qué culpa tienen los de La Mina?" no se explicita, se deja para que lo deduzca la gente). También se lanzó una conclusión pérfida: esa actuación policial que aplaude Ada Colau mejora el negocio de los traficantes porque -¡ay, las leyes del mercado!- si creas escasez o dificultad de acceder a un producto suben los precios y los márgenes de beneficio.

La actuación de los Mossos depende de la orden de un juzgado y de la Conselleria de Interior de la Generalitat, y no del Ayuntamiento. Colau  llevaba mucho tiempo reclamando actuaciones judiciales y policiales como la del  lunes. Haga lo que haga siempre pierde. La ley antidesahucios, impulsada desde siempre por la alcaldesa, la hizo el Parlament, empezó a aplicarse con éxito (en seis meses frenó centenares de desalojos problemáticos), pero entonces, quizá alarmado, la recurrió el PP y quedó en suspenso. Mensaje: Colau no cumple las expectativas. Sobre la creación de menos pisos sociales de los anunciados sus competidores han conseguido hacer creer que prácticamente era ella quien, a solas, tenía que pagar y poner los ladrillos. Lo de esponjar el turismo hacia todo el espacio municipal, frenar la concentración excesiva de hoteles en el centro y atacar los pisos turísticos que no cumplen las reglas ni pagan impuestos lo han resumido en la etiqueta que le han colgado: quiere cargarse el turismo de Barcelona.

La han estado friendo. Hasta que los soberanistas han descubierto que ella puede ser el mal menor que impida que Manuel Valls sea el próximo alcalde y el unionismo la valora como posible dique contra el independentismo radical. El hecho es que ahora sí que hay despliegues de mossos contra la inseguridad y se desbloquean temas legislativos que estaban atrancados. La política es así. Ada Colau no es perfecta, claro, pero que nadie la llame heroína porque sus adversarios tendrían demasiado fácil crear un juego de palabras malévolo contra ella.