Arriesgadas disputas científicas

La guerra de los cráneos

Ciencia, fósiles y ambición en la búsqueda de nuestros orígenes más remotos

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Jordi Serrallonga

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Tolkien, en 'El señor de los anillos', imaginó a un personaje carcomido por su tesoro: Gollum. En el terreno de la evolución humana también existe el mito de Gollum. Las portadas y los titulares de prensa, la fama –desde el ámbito local al escenario mundial–, hacen que algunos científicos y sus fósiles sean los protagonistas de una encarnizada lucha en pos de nuestros ancestros. 'Juego de tronos', a su lado, tan solo es un inocente juego de niños.

Hace unos años atrás, en la Gran Falla del Rift, un grupo de arqueólogos y paleontólogos –amparados en la noche– fue responsable de varios saqueos en los yacimientos donde teníamos permiso para investigar. De entre los escombros aparecieron los fósiles de un antiguo homínido. Es lo que iban buscando, pero las prisas hicieron que pasaran por alto su 'tesoro'. Aquello no acabó a golpes –como en las películas de Indiana Jones–, pero este tipo de tretas, a lo Pierre Nodoyuna, supone graves reveses académicos y personales. ¿No me creen? Martin Pickford y Brigitte Senut acababan de descubrir, en Kenia, a un extraordinario ancestro humano: 'Orrorin tugenensis'. Sus rivales científicos les acusaron injustamente de profanar el área de trabajo de otro equipo, y Pickford dio con sus huesos en el calabozo. Y es que la 'guerra de los cráneos' no se anda con chiquitas.

La búsqueda de los eslabones de nuestro linaje es ciencia, pero a veces se ve enturbiada por la ambición de querer dar con el primer homínido en África, Asia, Europa... Por ejemplo, en 1974, tras los descubrimientos de los Leakey en África Oriental, un equipo franco-americano halló en Etiopía los restos de Lucy ('Australopithecus afarensis'). En aquel momento Donald Johanson planteó que Lucy era la madre de la saga humana y esto contrarió a Richard Leakey. Pronto se produjo el choque entre los dos colosos, y desembocó en un incómodo debate televisivo equiparable al de Kennedy frente a  Nixon. Johanson y Lucy ganaron la batalla mediática. Aún hoy, ella sigue siendo una estrella a pesar de que la ciencia haya resituado su papel en el árbol evolutivo humano.

La primera guerra de los cráneos se remonta a la publicación del primer homínido fósil africano. Raymond Dart, en 1925, describió un cráneo sudafricano con atributos simiescos y humanoides. El Niño de Taung ('Australopithecus africanus') demostraba que Darwin tenía razón: el origen de la humanidad era simiesco y africano. Pero los contrarios a ver rebajada nuestra estirpe se opusieron al tesoro de Dart y contratacaron con otro cráneo presentado en 1912: el Hombre de Piltdown. Un espécimen de gran cerebro, y hallado en Inglaterra, que ratificaba la génesis europea de la humanidad. La batalla fue dura y desigual. Finalmente, en la década de los 50, se supo que Piltdown era un fraude –el montaje de un cráneo de Homo sapiens con una mandíbula de orangután– y el Niño de Taung, tras 25 años de exilio, pudo ocupar el puesto que se merecía. La ciencia siempre prevalece por encima del «síndrome de Gollum» (ambición y vanidad).