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El problema del problema de Apu

Sobre las reacciones a la polémica por la posible supresión del personaje indio de 'Los Simpson'

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Miqui Otero

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Me resulta tan simplista afirmar que 'Los Simpson' es una serie racista, como despachar cualquier polémica que esto genere desde la defensa de lo políticamente incorrecto. O de lo que tú piensas que lo es. O de ti mismo.

Estos días se ha rumoreado que el personaje indio de los dibujos amarillos desaparecería. La polémica prendió a raíz del documental 'The problem with Apu', que pudimos ver en el festival Serializados hace unas semanas. Allí, un cómico estadounidense de ascendencia india, Hari Kondabolu, planteaba sus problemas con la imagen estereotipada que se ofrecía de familias como la suya.

Es cierto que 'Los Simpson' es una sátira. Todos sus personajes son, más que dibujos animados, animadas caricaturas: el policía es un haragán zampadonuts, el empresario, un anfibio desalmado, el padre de familia, un eructador al que a menudo se le apagan las luces. La diferencia es que existen numerosas pelis y personajes (la mayoría, blancos) de policías nobles, de emprendedores audaces y de padres de familia modélicos, mientras que, hasta hace bien poco, era difícil encontrar a un surasiático en una película o serie que no fuera eso, una caricatura. De hecho, también lo era encontrar a alguien de su procedencia, a secas.

Últimamente han surgido cómicos y actores que empiezan a desafiar ese cliché. Los siete u ocho conocidos que existen aparecen en el documental. Cuando Kondabulo, un tipo que no me parece ni gracioso ni especialmente lúcido, tiene el acierto de preguntarles, sí encontramos algunas claves. Todos levantan la mano cuando se les consulta si en el patio del colegio se burlaban de ellos llamándolos Apu. Afirman que todos los papeles que les ofrecían eran de encargados de un colmado o taxistas. Si no engolaban el acento, no se les contrataba. Y uno de ellos recuerda cuando entró en la sala de guionistas para desarrollar un piloto de una comedia sobre una familia india y nueve de los diez guionistas de la sala eran blancos.

'Los Simpson' no son 'Barrio Sésamo', ni los dibujos corporativos de una oenegé, ni una campaña institucional, así que no recae sobre ellos la responsabilidad de formar a nadie. Pero es un poco raro que cualquier espíritu crítico obvie tantísimos problemas de representación (en mesas de decisión, en claustros universitarios, en personajes en pantalla) y lo que de ellos se deriva. También lo es la nueva moda de ofenderse con mil aspavientos cuando alguien se ofende por algo que tiene que ver con su biografía.

En un reciente episodio de la vigesimoséptima temporada, Apu ve cómo un sobrino le usurpa el negocio. Este le llega a soltar: “Tú eres mi tío y te quiero, pero eres un estereotipo: ¡soy indio, hago yoga!”. Apu le contesta: “Tú sí que eres un estereotipo: ¡solo escupes palabras de hípster!”. Y en ese choque, aunque luego no lo desarrollaron, estaba la clave: la sátira era sobre un joven indio por ser hípster (o sobre las actitudes predominantes en su generación, al margen de raza o país) y no por ser indio. Cuando el país donde se hace esta serie está presidido por un presidente rotundamente racista, que se define como políticamente incorrecto cuando lo políticamente incorrecto está totalmente sintonizado con el discurso de los que han decidido siempre qué era y qué no era correcto, resulta un poco ligero pasar todos estos detalles por alto. Lo mismo sucede en  nuestro país con tantas polémicas: acabaremos diciendo que Alfonso Ussía es nuestro Bill Hicks.

La Tierra es redonda, el tiempo pasa (30 años, en el caso de 'Los Simpson'), las segundas generaciones de inmigrantes tienen vidas muy diferentes a las de sus padres y todo cambia. Hay en el barrio del Raval unos 6.000 paquistanís y 3.000 bangladeshís. Hay muchísimos bares en sus manos. Prueba a decir por allí, como se hacía hace diez años: quedamos en 'el paki'. Quizás te tomes la birra con tu amigo seis horas después. Y, sin embargo, seguimos considerando normal decir “el indio de 'Los Simpson'”. El problema no es Apu, sino que esté solo.

Los dibujos animados van siempre con la misma ropa y no envejecen. Pero algunas de sus ideas pueden hacerlo. Como podemos envejecer y mal los fans que amábamos, precisamente, la risa que nos daba su tronchante desafío a los discursos dominantes.