Al contrataque

El próximo 'Cien años de soledad'

Decir de un libro, que además ha escrito tu hija, que es tan bueno como 'Cien años de soledad', es lo mismo que decir que es un birria o que no decir nada

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Milena Busquets

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La misma noche en que se falló el Premio Planeta de este año, el cultísimo y adorable Sánchez Dragó declaró que al acabar el libro de su hija, que había quedado finalista, había tenido la misma sensación que al acabar 'Cien años de soledad'.

Achaqué el comentario al amor de padre (a pesar de que unos días más tarde Dragó escribiera un artículo reafirmando su opinión y asegurando que su juicio era absolutamente objetivo). Yo también estoy convencida de que tengo a dos genios en casa, creo que mi hijo mayor ganará sin duda algún premio Nobel de ciencia y que el pequeño además de bailar tan bien como Childish Gambino podrá optar a ser el próximo Marlon Brando, a dirigir el país (aunque eso hoy en día tal vez no signifique demasiado) o a ser el mejor abogado del mundo.

Recordé la educación tan distinta que recibí yo, los escasísimos halagos, el amor rocoso y profundo que casi nunca se expresaba en voz alta, la obligación de estar siempre a la altura y de no estarlo nunca del todo. Una parte importante de todo lo que he hecho y de todo lo que hago es para que mis padres y mis abuelos no se revuelvan en sus tumbas pensando que soy un desastre, una boba y una floja, y para que mis hijos, cuando sea yo la que esté en la tumba, no me recuerden de ese modo.

Decir de un libro, que además ha escrito tu hija, que es tan bueno como “Cien años de soledad”, es lo mismo que decir que es un birria o que no decir nada.

Seguro que alguien volverá, algún día, a escribir algo tan genial, maravilloso, revolucionario, conmovedor y fundacional como 'Cien años de soledad', pero no será en este siglo y no lo verán nuestros ojos. Y todos los que escribimos, a no ser que estemos ciegos y que seamos unos ilusos o unos ignorantes, lo sabemos y escribimos con ese peso sobre nuestras espaldas, con ese impulso también. Todo lo que uno escribe, todo, ya ha sido escrito antes.

Nunca he entendido la envidia entre artistas (ni tampoco por la gente más bella, más talentosa o más afortunada que uno mismo), uno se postra ante la grandeza y, si es tan exagerado como yo, agradece a los cielos haber vivido en la misma época y haber respirado el mismo aire que García Márquez, Ingmar Bergman o Pina Bausch. Sentí la muerte de estas personas no como la pérdida de un ser querido y adorado sino como la extinción de un animal único, hermoso e irrepetible.

Los milagros no ocurren tan a menudo, hay una línea recta que une a la Ilíada con la Biblia, con Shakespeare, con Cervantes, con Marcel Proust, yo creo que no son más de diez obras en total, y tal vez la última, al menos de momento, sea 'Cien años de soledad'. Hasta que uno de mis hijos se ponga a escribir, claro.