Dos miradas

Incredulidad

La danza tribal que abrió el Consell per la República solo nos lleva hacia el precipicio del ridículo, el pecado más grave de todos, como decía Tarradellas

Baile durante la presentación del Consell per la República en el Palau de la Generalitat.

Baile durante la presentación del Consell per la República en el Palau de la Generalitat. / ELISENDA PONS

Josep Maria Fonalleras

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Conviene que hagamos todas las previas necesarias. Vivimos en una situación de anormalidad que impregna todos los actos cívicos y políticos. En este país hay gente en prisión de una manera injusta y este viernes conoceremos las acusaciones a las que tendrán que hacer frente y que afectarán a los días que han de venir. En este país, una mayoría de los ciudadanos, extensa, en el tiempo, e intensa, en la cantidad, consideran que es necesario un referéndum, una consulta, que pregunte sobre la articulación (o no) de Catalunya con España.

Dicho esto, hablamos del Consell per la República. No ha sido "de" la República porque quizá alguien ha puesto un poco de cordura y ha visto que tal cosa hoy por hoy no existe. De lo que se trata, con este Consell, una entidad privada regida por la legislación belga, es de "avanzar hacia la República", es decir, procurar que se cumpla un deseo que aún no ha sido satisfecho. ¿De qué manera? ¿Haciendo un censo de acólitos? ¿Comenzando con una danza tribal que solo nos lleva hacia el precipicio del ridículo, el pecado más grave de todos, como decía Tarradellas?

La "suspensión de la incredulidad", definida hace 200 años por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, consiste en la voluntad expresa del lector de entender lo que lee como una mentira, haciendo omisión de su capacidad de juzgarla como real o como cierta, para poder disfrutar como es debido de la lectura, del universo ficticio. Quizá tendremos que repasar los clásicos.