IDEAS

El lenguaje de las cosas

El escritor leonés Andrés Trapiello.

El escritor leonés Andrés Trapiello. / periodico

Domingo Ródenas de Moya

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Los que hemos frecuentado el Mercat dels Encants conocemos de primera mano la fugacidad de la gloria mundana, la felicidad de encontrar un tesoro entre la cochambre y las mañas y fintas del mercadeo. Y lo mismo vale para el Mercado de las Pulgas en París, el de Campo dei Fiori en Roma, el de Izmailovo en Moscú o el Rastro de Madrid, lugares adonde hay que ir sin plan de ataque, con el espíritu abierto a lo que salga. Deambular por ellos es como pasear por un pasado desmenuzado en el caos de cosas que se amontonan en sus puestos: todo son huellas de lo que fue. Es cierto que ese caos deja de serlo cuando la cosa se transforma en caso, es decir cuando nos cuentan su origen y su historia. Hace pocos años aparecieron cuadros y papeles del pintor Ràfols-Casamada. Allí estaban, en el suelo, como pecios de un naufragio general al que nada puede sustraerse.

Eso lo sabe muy bien Andrés Trapiello, que ha escrito un libro único con sus casi 40 años de asistencia regular al Rastro. Se titula así, 'El Rastro' y, como un retablo, se abre en tres paneles complementarios: la historia, la teoría y la práctica. Aunque al buscador o rastreador le importará poco la historia, no le pesará saber que los Encants es no solo el más antiguo de estos mercados (desde 1217 por lo menos) sino, para Trapiello, «el más bonito de todos» y el que propicia más las ensoñaciones (quizá más antes que ahora…). Sí le interesará la teoría de los «combates de ojo a ojo» entre comprador y vendedor, un tratado sobre la caza y el regateo que es una delicia y cuyo más noble precedente es la astuta compra del Quijote de Cide Hamete Benengeli por parte de Cervantes en un mercado de Toledo. Y también le nteresará la práctica de un rastrómano, los lances y hallazgos, las anécdotas chuscas y las iluminaciones que uno necesita compartir.

Como Trapiello ha aprendido lo que no está escrito por las callejas del Rastro, es humildemente consciente de que este mismo libro va a acabar como una mercancía más en uno de los puestos. Lo ha querido reflejar en la 'mise en abyme' de la portada: de la cuna a la sepultura en un pestañeo porque 'El Rastro' aparece ahí ya ofrecido como un objeto más. Y ese mismo efecto especular lo salva, porque el libro encierra un caso y una causa, la de quienes buscan la felicidad (o el sentido) entre vestigios.