Dos miradas

Opciones

Hace poco, asistí a una sesión teatral en la que se ponía en duda y se criticaba ferozmente la opción que eligió Shakespeare a la hora de escribir sobre el hedor de Dinamarca

William Shakespeare

William Shakespeare / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Hace unos días, Quim Monzó escribía en 'La Vanguardia' sobre una colección de libros que quieren "construir una visión del mundo más amplia e inclusiva de la que encontramos actualmente en nuestra sociedad". Era un artículo hilarante, como lo es la pretensión de la editorial: convertir varios clásicos en lecturas adaptadas y corregidas según una determinada manera de ver las cosas, bien distinta a la que tenía el autor cuando escribió el original. Los ejemplos explican la idea: 'La principesa', que adapta 'El principito', o 'La casa de Bernardo Alba' (¡Bernardo, sí!), que "además de introducir cambios en el género de algunos de los personajes reorienta sus inclinaciones sexuales". ¡Reorienta, sí!

Hace poco, asistí a una sesión teatral en la que se ponía en duda y se criticaba ferozmente la opción que eligió Shakespeare a la hora de escribir sobre el hedor de Dinamarca. Una conocida escritora combativa dijo: "Y Ofelia, ¿qué? ¿Cómo sabemos lo que pensaba Ofelia? ¿Por qué solo nos llega la versión de Hamlet? ". Hombre, es fácil de contestar. Porque el amigo William decidió que el protagonista fuera él, al igual que Flaubert optó por Emma Bovary y no por su marido Charles. O igual que el amigo Joyce, que no era un ejemplo de nada y que creó - Molly Bloom - uno de los personajes femeninos más gloriosos de la historia. Las cosas son así, y mientras tanto el gato no para de ir a la peluquería.

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