Al contrataque

El caballo de Espartero

El príncipe heredero de Arabia Saudí es el ejemplo superlativo de la ausencia de complejos al hacerse una foto con familiares del periodista descuartizado en Turquía

El príncipe heredero Mohamed bin Salman (derecha) saluda a Salah Kashoggi, hijo del periodista asesinado en Estambul.

El príncipe heredero Mohamed bin Salman (derecha) saluda a Salah Kashoggi, hijo del periodista asesinado en Estambul. / periodico

Carles Francino

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Hace un montón de años que aprendí a desconfiar de dos tipos de personas: las que dicen no tener miedo a nada y las que presumen de no dudar prácticamente nunca.

Creo que la duda, eso que Borges definió como "uno de los nombres de la inteligencia", es una vía obligada para no meter la pata más de la cuenta y para no caer en dogmatismos absurdos. Y el miedo, ¡pues qué les voy a contar! Es la reacción del ser humano frente a un peligro del tipo que sea. O sea, que sin miedo eres un inconsciente y sin la duda, posiblemente, un fanático.

Pero hoy los reyes del debate público son precisamente estos: los que no dudan, los que no se asustan -o eso dicen- y los que abrazan discursos, ideas y proclamas por bestias que parezcan al grito de "sin complejos"; esa expresión que Aznar y sus seguidores difunden urbi et orbi para predicar una refundación de la derecha en España.

Nunca sabremos si Pablo Casado se curró sus estudios como Dios manda (¡qué expresión tan apropiada para él!), pero resulta evidente que se ha convertido en alumno aventajado de esa doctrina; su machacona insistencia con que está en marcha un golpe de Estado del que sería partícipe el mismísimo Pedro Sánchez y la obsesión de su partido por las prostitutas en Andalucía y los socialistas puteros así lo confirman.

Claro que el fenómeno es global; la religión "sin complejos" reúne a otros apóstoles de lujo, como Víktor Orbán, en Hungría; Matteo Salvini, en Italia, o Marine Le Pen, en Francia… por no hablar de Bolsonaro, en Brasil, o del sumo sacerdote que no es otro que Donald Trump. Solo la perspectiva histórica permitirá afinar con mayor precisión las causas de su encumbramiento, aunque algunas ya se intuyen y creo que tienen que ver, precisamente, con los complejos; pero no con la falta de ellos. Trump ha proclamado orgulloso esta semana que se siente nacionalista y ha instado a sus seguidores a utilizar con profusión esa palabra. Lo que no ha dicho es que las afirmaciones identitarias exageradas esconden un acusado complejo de inferioridad, que puede ser individual o colectivo; porque suponen un reconocimiento del pánico al cambio, a la mezcla y a las influencias externas.

Reivindicar los complejos

O sea, que puestas así las cosas, casi que estoy a punto de reivindicar los complejos como instrumento de civilización. Claro que, para ejemplo superlativo de la ausencia de ellos -y de la más mínima vergüenza-, tenemos la foto del príncipe heredero de Arabia Saudí con familiares del periodista descuartizado en Turquía. Eso no es ser desacomplejado; eso es tener los cojones como el caballo de Espartero.