El 'procés'

Oriol Soler y el simplismo

El sanedrín del 1-O comprendió de repente que se enfrentaba a un Estado, que ir de farol no era buena idea

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Emma Riverola

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Se paseó por las radios Oriol Soler, uno de los cerebros del 'procés' y miembro del sanedrín del 1-O. Elogió y defendió a los políticos que lideraron el momento, aunque su tesis de la organización milimétrica del referéndum en la que los ciudadanos eran peones a movilizar no ayuda a los presos. Su intervención destiló ese aroma jabonoso de infantilización de la política y de amable cinismo.

Según Soler, el sanedrín comprendió de repente que se enfrentaba a un Estado, que llamar a la movilización de la calle conllevaba riesgos y que ir de farol no era buena idea. En fin, lo normal cuando confundes un Gobierno inútil y perverso como el de Rajoy con un Estado consolidado de la UE.

También, de repente, descubrieron que no todos los ciudadanos eran sujetos activos o pasivos de su estrategia. "¿Queremos una independencia con el 40% de la población con miedo?", se preguntaba Soler. Obviando la cifra (los votos independentistas representan el 47%), la pregunta es pasmosa. Primero, para saber qué pensaba/sentía la mitad de Catalunya bastaba con escuchar y no limitarse a insultar al discrepante. Joan Coscubiela lo explicó muy bien aquel infausto 7 de septiembre. El día en que el Parlament despreció todas las legalidades posibles, vulneró los derechos de los diputados y, de facto, machacó a la democracia

Hablando de democracia, también anunció Soler su autoría en el cambio de relato del 'procés': de independencia a democracia. Quizá es ahí donde radica el miedo (o la indignación) de tantos que no comulgan con el 'procés'. Miedo a ese simplismo insoportable que pretende asimilar todas las palabras bellas (democracia, libertad, derechos civiles…) y que tacha a los irreductibles de ignorantes o fachas. El mismo que borra las fronteras entre la derecha y la izquierda (en una Catalunya envilecida por la corrupción de la derecha). El que niega la libertad de rechazar la mentira constante, el reduccionismo insultante. Al fin, ese insoportable simplismo que viste de progreso el sectarismo identitario más reaccionario.