Análisis

'Exodus'

Hacia Europa o hacia EEUU, las caravanas de migrantes coinciden en la necesidad de huir de la pobreza y la violencia extrema en sus países

Inmigrantes hondureños en un camión que circula por México rumbo a EEUU.

Inmigrantes hondureños en un camión que circula por México rumbo a EEUU. / periodico

Ruth Ferrero-Turrión

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Durante los últimos días miles de personas se aproximan a la frontera estadounidense atravesando México. Se amontonan en improvisados campamentos y no aceptan las ayudas que los gobiernos les ofrecen. No se fían de sus intenciones. Y tienen razón. México les ha recibido con represión e incoherencia. Mientras quiere un mejor trato para los suyos, no hace lo propio para los que llegan. Gentes que huyen de la pobreza y la violencia extrema que sus países son incapaces de aliviar.

Hondureños, salvadoreños, guatemaltecos han empaquetado sus pertenencias y se han propuesto llegar a Estados Unidos, donde se reunirán con los familiares amigos que ya residen allí. Ahora #CaravanaMigrante, en abril Viacrucis del Migrante. Siempre el mismo objetivo, siempre las mismas causas, violencia y pobreza.

El pasado agosto miles de personas comenzaban un recorrido que tenía como origen Venezuela y múltiples destinos, Colombia, Brasil, Ecuador. Drama humanitario, hambre, violencia, inseguridad fueron palabras que se escucharon. De nuevo miles de personas huían buscando una vida mejor. De nuevo, se encontraron con el rechazo de sus países vecinos a acogerles. Las causas, pobreza y violencia.

Sueño europeo

Verano del 2015, largas filas de personas se dirigen hacia el sueño europeo. A través, primero, de Libia, luego Turquía y Balcanes, Bulgaria y Ceuta intentan llegar a Europa, tierra de derechos y valores. Y se encuentran con Europa Fortaleza, con incumplimiento del derecho internacional, con rechazo y ausencia de voluntad política de ayudarles. Sus causas, la guerra, el cambio climático, la violencia, la pobreza.

México controla la frontera estadounidense, Turquía, la europea. También Marruecos colabora. Las palabras plataformas de desembarco, devoluciones en caliente, repatriaciones forman ya parte de nuestro lenguaje cotidiano. La política migratoria ha quedado reducida a control, externalización, criminalización. Propuestas como el Global Compact sobre Migraciones, impulsado por México y apoyado por todos menos por Estados Unidos y Hungría, van más allá y ven la necesidad de una gobernanza global migratoria para poder ser eficaces con la gestión de los flujos y respetuosos con las personas que transitan.

Sin embargo, los gobiernos desconfían. No quieren delegar su control sobre el territorio, tampoco abrir vías legales de acceso. De nuevo el control hace su aparición. También las disquisiciones éticas sobre si es refugiado migrante. El problema es la irregularidad, dicen unos; vienen terroristas infiltrados, dicen otros. Y a pesar de doblar los esfuerzos en blindar fronteras, militarizarlas y tecnificarlas, y de condicionar la ayuda al desarrollo a cambio de colaboración de los países de tránsito el flujo no cesa.  “No importa donde vayamos a pasar, lo importante es que vamos a pasar” dice alguien entre la multitud. El éxodo es imparable.