La clave

El chaleco de Rato

No nos preguntemos por qué está entre rejas, sino cómo España encumbró a las más altas responsabilidades a alguien de su catadura

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ENRIC HERNÀNDEZ

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Tejanos, la camisa por fuera y un muy madrileño chaleco acolchado. Con un 'casual wear' infrecuente en él, tan aficionado a las corbatas del nudo ancho y los cuellos almidonados, Rodrigo Rato ha bajado del cielo de los intocables al purgatorio de los corruptos, con parada y fonda en Soto del Real. Ni rastro de la arrogancia de sus comparecencias parlamentarias. Tampoco de las proclamas de inocencia ante el tribunal que lo juzgó. Bien al contrario, quien todo lo pudo y a quien todo se le consintió ha descubierto al fin las virtudes de la humildad: "Acepto mis obligaciones con la sociedad y asumo los errores que haya cometido. Pido perdón a la sociedad y a aquellas personas que se hayan podido sentir decepcionadas."

No acaba Rato entre rejas por el hundimiento de BankiaBankia, cuyo coste para el contribuyente puede acabar ascendiendo a 55.000 millones de euros, sino por amparar e incurrir en la codicia: bajo su presidencia se evaporaron 15 millones en gastos particulares endosados a las 'tarjetas black' por distintos directivos de la entidad. En su caso, entre vuelos, hoteles, bebidas alcohólicas y reintegros en cajeros, el alzamiento rondó los 100.000 euros.

El informal chaleco de Rato y su 'look' desaliñado a las puertas de la prisión ilustran el naufragio de un tótem de la derecha española y de una forma de hacer política. La incestuosa relación entre la gestión pública y los negocios privados, las privatizaciones de las empresas públicas en favor de los de siempre, el capitalismo de los amiguetes.

La mano en la caja

El artífice del 'milagro económico' del aznarato. El único español que ha dirigido el Fondo Monetario Internacional. El mago de las finanzas a quien Mariano Rajoy --con el plácet del PSOE-- confió la tarea de reflotar primero Caja Madrid y luego las putrefactas cajas valencianas. Todo eso y muchas más cosas llegó a ser Rato, hasta que supimos que a la vez movía su secreta fortuna por paraísos fiscales y metía la mano en la caja.

No nos preguntemos por qué Rato está entre rejas. Preguntémonos cómo España encumbró a las más altas responsabilidades a alguien de su catadura.